Jose María Aierdi. Alcalde de Lekunberri y parlamentario foral de EA
La verdad es que, parafraseando la vieja canción, no corren buenos tiempos para la lírica en Navarra. Hombres de reconocido prestigio como José María Jimeno Jurío se nos van, doblemente cansados: por un lado, fruto de su actividad creadora a partir de su trabajo científico-investigador. Y por otra, cansado de luchar contra los molinos de la intolerancia y el sectarismo cultural e ideológico de unos gobernantes más propios de otras épocas. Se nos ha ido con el reconocimiento popular de sus conciudadanos navarros y con la indiferencia de su Gobierno, que ha preferido inventarse el supuesto navarrismo de otro José María, símbolo éste del actual nacional-catolicismo hispano, del nacionalismo español más ramplón. Además, el Gobierno de UPN, enfrascado -no lo olvidemos- en una cruzada contra los tiempos y la propia sociedad navarra para tratar de borrar una parte de las señas de identidad de esta comunidad, nos presenta en sociedad a quienes, a su juicio, son los nuevos paladines del euskera, colocando al frente del nuevo Consejo del Euskera al pastor espiritual y guía de proyectos políticos especialmente destinados a reconducir los rebaños de navarros descarriados a la senda del Camino de la Verdad y a poner fin a aquellas aventuras que puedan poner en cuestión todo el entramado político, mediático y económico montado por las fuerzas vivas de la Navarra oficial desde allende la transición. Y como aún así, no logran la inquebrantable adhesión del 99,9% habitual de las oscuras noches del pasado, mandan para casa a quienes aún son capaces de soportar la presión del poder y manifestar su discrepancia con una política lingüística destinada a enconsertar en los tópicos más frustrantes del pasado a una de las lenguas oficiales de Navarra, a la lengua original de los navarros, el euskera.
La verdad es que UPN nos demuestra día a día que es capaz de superarse, que en el largo camino de la intolerancia hacia ninguna parte va a poner todo lo que está en su mano para seguir siendo lo que es desde su nacimiento la cara y los ojos de la Navarra excluyente y reduccionista, la expresión de un Gobierno que lejos de considerarse la parte de un todo más amplio rico y variado confunde interesadamente su parte con el todo y actúa como si Navarra fuera el corral doméstico propio. Un Gobierno que confirmó en el pasado debate sobre el Estado de la Comunidad que está políticamente agotado, falto de ideas para afrontar los retos sociales y económicos de este siglo. Un Gobierno dependiente en el orden económico de sus intereses privados y de los centros de decisión exterior e incapaz de desarrollar una política activa de diversificación industrial, de desarrollo del sector servicios y de apoyo al pequeño y mediano emprendedor. Un Gobierno dependiente en el orden político de las estrategias más conservadoras y reaccionarias de sus mayores del PP (decretazo de recortes sociales y laborales, Ley de Calidad, visión uniformadora de la historia, privatizaciones interesadas del patrimonio público, reformas fiscales regresivas, etcétera). Y también más interesado en tensionar, en polarizar a la sociedad navarra, que en tratar de buscar un futuro común mejor y en paz para todos.
No debemos equivocarnos. La estrategia de UPN-PP con el euskera no es un fin en si mismo, sino un medio para mantener esa tensión. Las agresiones no se limitan a vulnerar los derechos lingüísticos de los ciudadanos, sino que restringen e incumplen el insuficiente desarrollo normativo sobre la materia. Restricciones que afectan a cualquier ciudadano navarro, ya que limitan sus posibilidades de elegir modelo lingüístico en el nivel escolar en función de dónde se encuentre ubicada su localidad de residencia. O todos los casos, si la educación es a nivel universitario. Limitan sus posibilidades de dirigirse en euskera con la Administración, de acceder a las funciones y cargos públicos, o inician una desaforada carrera de supresión de los signos externos de señalización que llevan al propio director general de Política Lingüística a borrar el rótulo en euskera de su propia oficina.
Los problemas que surgen en los periodos de matriculación, de falta de aulas, de problemas con el transporte, la pelea con los libros de texto, ahora incluso que la desafortunada e impropiamente llamada Ley de Calidad establece una menor participación de las Administraciones en este terreno, no son sino la manera que tiene este Gobierno de contribuir sistemática y regularmente a aumentar la quiebra social, de intentar una política de extranjerización del adversario ideológico de manera que se dificulte la actuación de aquellos que pretenden -o pretendemos- construir una Navarra de todos y para todos.
Es, sin duda, una manera corrupta de hacer política. Y no podemos olvidar que la primera manifestación de la corrupción ocurre en el terreno de los principios y es obvio que se intenta relegar a una parte de la ciudadanía Navarra a la condición de ciudadanos de segunda, ciudadanos castrados en sus derechos, en este caso lingüísticos. Éste es un Gobierno que no duda en cometer un fraude político, primero al ser incapaz ni siquiera de guardar las formas en la tramitación de la aprobación del Decreto 372/2000, por supuesto, con un contenido contrario a los principios de la propia Ley del Euskera, para finalmente incumplir la obligación de publicar la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra que declara nulo el propio decreto foral, incumpliendo sentencias firmes del poder judicial. No le basta con todo ello, lejos de escuchar ese clamor popular de normalización del euskera en nuestra sociedad (y el último Nafarroa Oinez en Fontellas fue otro ejemplo), UPN nombra un Consejo del Euskera a su medida y en contra de los intereses de la lengua.
Pero, aunque la lucha contra el euskera no sea un fin en sí mismo, sí que es su buque insignia. El PP tiene su enemigo exterior (Perejil) y su enemigo interior (del ETA no/vascos sí, al ETA no/vascos tampoco) para polarizar la vida política española y arrastrar a una oposición pusilánime hacia en la reinvención del nacionalismo español con la inestimable ayuda de la Brunete mediática. Y UPN adapta la estrategia en Navarra con su enemigo exterior (Euskadi) y su enemigo interior (el euskera) y premia la labor de su Brunete mediática particular. Y trata de arrastrar en su esencialismo excluyente al socialismo con la ayuda de los poderes fácticos. Se están inventando una nueva identidad de navarros en la que cabe cualquier español recién venido (y bienvenido sea), pero que no quepo yo, ni ningún navarro euskaldun. Porque el Gobierno de UPN necesita de la tensión, del odio, de la polarización, y de la inestimable ayuda de ETA, para que se nos robe a la mayoría de los navarros un debate sereno que construya una Navarra integrada, con políticas incluyentes, que se desarrolle en la pluralidad, que se prepare para el mestizaje con otras culturas que nos llegan sabiendo preservar la nuestra. En suma, una Nafarroa Osoa. Pero los navarros y navarras tenemos una gran responsabilidad hoy; no podemos limitarnos a poner de manifiesto los atropellos de UPN con los derechos lingüísticos, tenemos que ser capaces de poner cada uno de nosotros todo lo que está en nuestras manos para que esta situación cambie. Y aquí sí es posible otra Navarra, una forma de hacer Navarra en la que quepamos todos, en la que el debate político y el diálogo social sirva para dirimir diferencias y llegar a consensos básicos respetados por todos, porque la política de buscar al enemigo produce un río revuelto de frustración en el que aprovecha para pescar la violencia y quienes se escudan en ella para hacer políticas esencialistas.
Los vasquistas navarros (nacionalistas o no) que apostamos por una Navarra más integrada, menos frustrada, más preparada para el diálogo social, más preparada para los retos económicos, tecnológicos, laborales, firme frente a la coacción y respetuosa con las decisiones de la sociedad civil, tenemos en el horizonte próximo, en las elecciones de mayo de 2003, una cita a la que no podemos faltar.
Fuente: Jose Mari Aierdi