Artículo de opinión de Iñaki Ostolaza, coordinador de Eusko Alkartasuna en Gipuzkoa

La antigua serie televisiva de Los hombres de Harrelson puso de moda a los S.W.A.T., el grupo especial de intervención de la policía norteamericana. La denuncia de cómo los anteriores gestores de la Diputación lograron financiar las obras de la incineradora, ha hecho que la ciudadanía guipuzcoana empiece a familiarizarse con otra sigla inglesa, los SWAP. Ambas describen armas especiales. Las primeras, S.W.A.T., son las siglas en inglés de Armas y Tácticas Especiales. Y los swap se pueden describir también como armas y tácticas financieras especiales. Ambas pueden provocar víctimas inocentes y los guipuzcoanos somos las víctimas de una práctica, éticamente dudosa y probablemente ilegal, que ha perjudicado a las arcas públicas y, por tanto, a los bolsillos de todas y todos. ¿Qué hace una institución pública contratando productos financieros de riesgo como son los derivados financieros? es una pregunta que nos hacemos muchos guipuzcoanos.

La operación de financiación de la incineradora no debía estar muy clara para la mayor parte de las entidades financieras que declinaron apoyar una infraestructura cuya viabilidad estaba sujeta a unas cifras de tratamiento de basura claramente infladas y, además, en un territorio con una clara conciencia del reciclaje. Y es muy posible que la contratación de este swap fuera el caramelo que pusieron los gestores del Consorcio de Residuos de Gipuzkoa, por entonces con el diputado de Medio Ambiente, Carlos Ormazabal (PNV), al frente para hacer atractiva una operación en la que finalmente sólo entraron La Caixa y Banesto, entidades no muy ligadas al territorio.

Los swap son compromisos de pago y de cobro a futuro. Y el utilizar esta fórmula para financiar una obra pública es algo inusitado. Principalmente porque compromete a la institución a aceptar unos pagos en función de un calendario de ejecución que puede o no cumplirse. De este modo, las entidades financieras se garantizan cobrar independientemente de cómo discurra la obra y las necesidades de dinero que tenga la institución en cada momento para abonar las certificaciones.

Son muchos los ciudadanos que contrataron sin conocer las condiciones swap para sus hipotecas. El banco les garantizaba un techo para que los interesen no excedieran de una cantidad, pero establecía un suelo, de modo que si el euribor bajaba, como así ocurrió realmente, ellos no se beneficiaban de ese descenso. Los swap son, por tanto, un instrumento que encarece el préstamo y una losa para etapas bajistas en el tipo de interés.

El resultado es que, tal y como han denunciado los actuales gestores del Consorcio de Residuos de Gipuzkoa, la contratación de este swap produjo una minusvalía el primer día de 5,7 millones de euros y obliga a pagar intereses mensuales de 300.000 euros por un dinero que no se ha dispuesto.

¿Puede contratar una institución un producto financiero de riesgo poniendo en peligro la estabilidad de sus cuentas? ¿Puede firmar un diputado foral un contrato de estas características pocos meses antes de las elecciones condicionando así las políticas de quienes vienen detrás?

Los hombres del PNV, con los swap, la han liado parda disparando sin ton ni son y han causado víctimas civiles. Los daños colaterales son las y los guipuzcoanos que ahora vamos a tener que pagar las consecuencias de una política errada en la que primaban los intereses particulares a los generales.

Cuando llegó al gobierno foral la coalición formada por Eusko Alkartasuna, la izquierda abertzale y Alternatiba nos encontramos con el pastel de Bidegi. Una empresa pública cuyo plan de gestión se sustentaba sobre unas previsiones de captación de tráfico totalmente fuera de la realidad. Un castillo de naipes que la realidad tiró por los suelos y que está condicionando las cuentas forales.

Ahora nos encontramos esta otra operación swap muy poco ética y de dudosa legalidad. ¿Dónde está la cacareada capacidad gestora del PNV? Lo que el PNV ha demostrado es ser un gran hipotecador y no un gran gestor como presumía.

Afortunadamente la llegada a Ajuria Enea ha supuesto para el PNV un baño de realidad. La fiscalidad, que era algo intocable hasta ayer, ahora es imprescindible y urgente tras cuatro años poniendo palos en las ruedas a una reforma. Las grandes infraestructuras que eran esenciales ahora son, en palabras de la consejera de Medio Ambiente y Ordenación Territorial, obras faraónicas que no nos podemos permitir. Otra consejera, la de Economía, también guipuzcoana, ahora empieza a apostar porque Kutxabank participe en el fondo de ayuda a la financiación de las empresas y cumpla con su tarea, que no es otra que la de impulsar el desarrollo económico del país devolviendo a los trabajadores y empresarios vascos parte del esfuerzo que hicieron para disponer de una entidad financiera pública sólida. Y apuesta ahora también por impulsar la participación de las y los trabajadores en las empresas, en línea con lo que viene haciendo el departamento de Innovación de la Diputación de Gipuzkoa, para afianzar un nuevo modelo.

Una de las películas más exitosas del cine francés y que refleja lo que sucede en Gipuzkoa, se titulaba “Bienvenidos al Norte”. Y recibimos con satisfacción que el PNV haya comenzado a mirar al Norte y animamos al GBB a que gire también la cabeza, en línea con el ejecutivo de Urkullu, y deje de mirar hacia el Sur para, entre todos, poder construir una Gipuzkoa basada en la racionalidad, mirando por las personas y no en cuentos de la lechera que no nos llevan sino a la ruina.

Iñaki Ostolaza
Coordinador EA Gipuzkoa

 

Fuente: Iñaki Ostolaza