Los terribles atentados de París han dado paso a un clima bélico parecido al de después de los ataques del 11S. De hecho, el discurso de George Bush no tiene nada que envidiar al de algunos líderes europeos e incluso algún aspirante a derrocar el bipartidismo en el Estado español.
La violencia con la que el yihadismo actuó en París fue terrible y condenable por sí misma. Igual que lo es la violencia de Palestina, la de Siria, las bestialidades de la prisión de Abu Ghaib y Guantánamo o la situación que viven los exiliados que llegan a la “civilizada” Europa.
Es necesario denunciar cada vulneración de los derechos humanos. Todas y cada una, ya que, de lo contrario, las diferentes violencias pueden alimentarse mutuamente.
Así pues, cada violencia es denunciable en sí y por sí misma y, a la vez, es necesario hacer un análisis global para buscar soluciones globales que nos alejen de esta espiral de violencia cada vez más extendida.
Parece que en los 14 años que han pasado desde el 11S no hemos aprendido nada. La violencia asolaba Oriente medio ya antes de las invasiones de Afganistán primero y de Irak después. Y hoy es imposible no ver esas invasiones como germen de los movimientos que están detrás de los atentados de París.
La violencia de los últimos 14 años –y está claro que no empezó ahí- solo ha generado más violencia. Las políticas que se han desarrollado con la excusa de aumentar la seguridad han derivado en medidas que minan la democracia pero no evitan masacres porque es imposible ganar la paz mediante la guerra. Como decía Ghandi, la violencia nunca es el camino porque incluso “cuando parece causar el bien, éste es solo temporal: el mal que causa es permanente”.
Después de unas semanas de oír y leer análisis sobre la violencia yihadista, solo tenemos una certeza: necesita una solución global que olvide la guerra y los intereses económicos de las grandes empresas del mundo occidental.
Junto con una única certeza nos quedan muchas preguntas, eso sí: ¿cuál es el papel de las potencias occidentales en la venta de las armas que matan a personas en París y en Siria? ¿Estamos seguros de que las armas que se fabrican en Euskal Herria no llegan a la guerra? ¿Pagamos el petróleo con dinero que alimenta al ISIS? ¿Extender el modelo de democracia occidental es la forma de asegurar paz social en países con tradiciones muy diferentes de las nuestras? ¿Hasta dónde llegarán los límites que se le ponen a la democracia tras los atentados del viernes? ¿Terminarán pagando esta crisis los refugiados que llegan a Europa huyendo del propio ISIS? ¿Caerá la sociedad occidental una vez mas en la trampa de la extrema derecha xenófoba? …