Tras las elecciones generales de julio una viñeta de un medio generalista se extendió por todas las redes sociales. En ella aparecía Mariano Rajoy haciendo footing a una marcha muy tranquila y sin cansarse, seguido de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera desfondados sin poder seguir el ritmo al candidato popular. Esa tira cómica también sirve perfectamente para representar qué ha ocurrido en las sesiones de investidura que han tenido lugar esta semana. Sin hacer el más mínimo esfuerzo por lograr acuerdos sustentados en hacer si quiera un mínimo cambio en las políticas neoliberales que su gobierno ha aplicado durante esta legislatura y que han llevado al Estado español a la precariedad más absoluta y a un preocupante retroceso en el sistema democrático, el líder popular ha sido investido presidente.
Mariano Rajoy no ha movido un solo dedo y lo ha logrado. Y ha conseguido que el “otro pilar” del sistema nacido en el 78 –como dijo la parlamentaria de EH Bildu Marian Beitialarrangoitia el pasado jueves-, el Partido Socialista Obrero Español, se convierta en el bastón de investidura del líder popular. “El no es no” del socialista Pedro Sánchez se ha convertido en un “No pero sí”. El PSOE se encuentra en un claro proceso de descomposición, no hay más que ver las declaraciones de sus líderes y analizar las actuaciones de su Comité Federal reconvertido en el senado romano el día que Julio César fue asesinado –y que ha acabado con la renuncia del acta de Sánchez, pues aún aspira a recuperar su trono-. Declaraciones como las de Eduardo Madina, en las que afirma que los socialistas van a “crujir” a Mariano Rajoy y a su Gobierno durante la legislatura, al tiempo que permiten su presidencia para evitar unas terceras elecciones, evidencian que el PSOE ha perdido el norte.
El partido socialista ya no es la cara B de la moneda del Partido Popular, y se ha fusionado con éste. El PPSOE que clamaban las redes sociales para reírse de la similitud entre ambos, es hoy más que nunca una realidad. Pero lo que nos atañe, sobre todo, se encuentra en Euskal Herria, donde los tres partidos que han permitido la presidencia de Rajoy son electoralmente irrelevantes.
Y es que la cosa va de bastones. Ese PSOE en descomposición, que es quien sustenta a Mariano Rajoy, es el mismo bastón roto que el PNV quiere para nuestro país. Después de unas elecciones en las que el partido socialista y el Partido Popular se han convertido en fuerzas marginales en la CAV, Iñigo Urkullu quiere usarlos para sacar esta tierra delante.
Y ahí está la paradoja, quien inviste a Rajoy será también quien invista a Urkullu, con una salvedad, que en la comunidad autónoma vasca al PNV no le valen solo los votos socialistas, necesita al PP ¿Con qué coste? Aceptará también los del PP, ¿pero a cambio de que prebendas, de qué recortes?
EH Bildu le ha hecho un ofrecimiento a los jeltzales, les ha tendido la mano para recuperar el espíritu del gobierno de 1999, aquel que lideró el lehendakari Ibarretxe. Por que solo un acuerdo de estas dos formaciones en materia de pacificación, construcción nacional, políticas sociales y en materia de lucha contra los recortes serían las que harían avanzar a Euskal Herria. Es hora de correr, no de ir a marchas forzadas con un bastón roto.
El PNV cree en su propio statu quo, en dejar las cosas como están porque, a su juicio, ya funcionan. Escenario que conviene a socialistas y populares para evitar así cualquier periplo independentista. Los resultados del 25 de septiembre, no obstante, arrojan otra realidad. Además del hecho ya citado de que PSOE y PP se hayan convertido en algo marginal, en el arco parlamentario vasco hay 57 de 75 escaños que creen en el derecho a decidir y un gran abanico de personas que apuestan por políticas sociales más avanzadas.
El statu quo que quiere mantener el PNV es el propio y no el que desea la ciudadanía. Es por ello que el hecho de que opten por el bastón socialista, cuando estos han sido los garantes de mantener un Estado español fallido en materia económica, social y política, nos resulta sorprendente. Lo hemos dicho para avanzar necesitamos un acuerdo de país. La mano está tendida y la pelota en el tejado de Sabin Etxea.