La última polémica recurrente sobre agravios ha tenido como eje un programa de EITB más o menos afortunado, plagado de tópicos más o menos graciosos sobre cómo vemos los y las vascas a nuestros vecinos del sur. El tema ha acabado con un interrogante sobre lo selectivo del sentido del humor de muchas personas y con una persona perjudicada, que es la actriz vasca Miren Gaztañaga.
Lo que Gaztañaga dice en el programa seguramente es un tanto burdo, como casi todos los tópicos y, sobre todo, si se saca del contexto del formato televisivo. Paradójicamente, la sociedad vasca –tan cerrada y aferrada a lo nuestro según el tópico- aprendimos a reírnos de nosotros mismos, un proceso en el que, según se dice, tuvo mucho que ver otro programa de la televisión pública vasca. En él, todos los ámbitos de la sociedad fueron objeto de parodia, todos los tópicos fueron tratados hasta la saciedad sin mediar escándalo.
Más aún, uno de los últimos taquillazos del cine estatal fue gracias a un compendio de tópicos no ya sobre la sociedad vasca, sino sobre el colectivo abertzale del que nadie se ha quejado pese a lo burdo de muchas de las “bromas”. Y eso sin olvidar que “8 apellidos vascos” se hace eco de muchos de los tópicos machistas sobre las vascas: el flequillo cortado a hachazos, el mal carácter, la falta de interés por los hombres,… Lo hace con más gracia que Alfonso Ussía, sí, pero el fondo no deja de ser el mismo.
Tal vez por que sobre la ciudadanía vasca llueve sobre mojado no deja de sorprender lo fina que tienen la piel algunos colectivos cuando se refieren a ellos. Hablando de programas de la radio televisión pública vasca, todavía nos podemos acordar de cuando se recopilaban las barbaridades que se decían en las radios españolas sobre los y las vascas en “El cocidito”, y más concretamente, casi siempre sobre los abertzales. Nunca nadie se llevó las manos a la cabeza y mucho menos esas declaraciones tuvieron consecuencias para sus autores, ¿verdad?
Aun más, según hemos comprobado en las operaciones antiviolencia en las redes sociales, un chiste sobre Carrero Blanco puede tener consecuencias graves pero nunca se ha actuado contra quienes amenazan de muerte a los políticos abertzales, o desean toda suerte de barbaridades al chico vizcaíno herido en el atentado integrista de Berlín, de la misma forma que la ministra española de Defensa y secretaria general del PP disculpa que militares (personas bajo su mando, por lo tanto) insulten llamando “puta” a la presidenta del Gobierno de Nafarroa pero insiste en la gravedad del dichoso programa de ETB. Para más bochorno, Cospedal, que llegó a enmarcar dichos insultos en la libertad de expresión, disculpó este comportamiento en el marco del Día Internacional de las Mujeres.
Así, podríamos llegar a la conclusión de que si se ríen o insultan a los abertzales, hay que aceptarlo y enmarcarlo en la libertad de expresión, pero reírse de los españoles es inaceptable. Vivimos una suerte de diglosia política y social que da pátina de respetabilidad a todo lo que proviene del unionismo y exige un estricto control para dar la misma respetabilidad a lo que proviene del ámbito vasquista y abertzale.
Y esto tiene consecuencias claras para personas concretas, sobre todo si tienen un perfil público. Ya pasó con el actor Gotzon Sánchez, ahora pasa con Miren Gaztañaga en un sector que curiosamente, además de tener fama de progre, ha sido señalado como hostil para quienes no saben euskara en Euskal Herria. Pero se revela como claramente adverso para quienes se salen de lo que del Ebro para abajo puede definirse como vasquista.