El 8 de marzo nosotras paramos. Paramos para tomar impulso y avanzar, por que la justicia social será feminista o no será. Y paramos por que sabemos que es necesario llamar la atención sobre la desigualdad más generalizada del mundo: la de las mujeres.
Nos dicen que la situación va mejorando y no negamos que sea verdad, pero no nos conformamos con los pequeños cambios que hacen desde el sistema para que todo siga igual. De hecho, la saña con que desde algunos sectores se ataca el movimiento feminista en general y la huelga del jueves en particular, muestra que estamos poniendo el dedo en la llaga, que estamos señalando un problema que hay que resolver. Pero cambiar la situación, cambiarla de verdad, supone un vuelco tan radical en la sociedad, el mundo laboral, las cuadrillas, la familia,… que hay demasiados intereses en que la transformación no se produzca.
El machismo, el heteropatriarcado, es la ideología más extendida del mundo y la tenemos tan interiorizada –sí, nosotras también, más de lo que nos gustaría reconocer- que muchas veces solo vemos su sombra en sus manifestaciones más extremas, sobre todo la violencia física. Así, se ha construido una ficción en la que hay quien ve igualdad, que en Euskal Herria es legal pero no real.
Claro que tenemos unos derechos que nuestras amas y amamas no tenían. Claro que podemos trabajar fuera de casa, pero ¿lo seguimos haciendo en sectores feminizados y, por tanto, precarizados? ¿Trabajar fuera de casa sigue suponiendo una doble jornada laboral? La respuesta es sí.
Al contrario que la generación anterior, podemos viajar sin el permiso de un tutor masculino, pero si lo hacemos en solitario o con otras mujeres, ¿sentimos la misma libertad que los hombres o seguimos temiendo en diversas situaciones?
Cuando accedemos a puestos de responsabilidad, rompiendo un techo de cristal que nos mantiene varios niveles por debajo de los hombres, ¿conseguimos que se nos juzgue por nuestra valía sin tener que oír valoraciones por nuestro cuerpo y forma de vestir? ¿Tenemos que oír que estamos ocupando un “cupo”?
Cuando oímos eso de “en mi empresa hombres y mujeres cobramos igual”, ¿nos preguntamos cuántas mujeres hay en los puestos de dirección, en los intermedios y en los más bajos, los más precarizados?
Las niñas y jóvenes que quieren orientar su futuro hacia sectores aún masculinizados, ¿tienen ejemplos de mujeres destacadas en esos ámbitos, desde el científico al deportivo?
En realidad, no necesitamos ejemplos por que todas vivimos el machismo de la sociedad a diario. Las más jóvenes cuando salen de fiesta y vuelven a casa en taxi por que siguen sintiendo las fiestas como un espacio peligroso para las chicas. Las menos jóvenes, cuando miramos atrás y vemos las oportunidades perdidas por la doble jornada, el qué dirán, los corsés (auto)impuestos, cuando se nos dice que no podemos tener canas y se nos critica como vanidosas si nos las teñimos.
Y ¿qué decir de las más mayores? Las que sufrieron el franquismo, esas a las que les dijeron que las buenas mujeres no debían trabajar y ahora les dicen que si cobran una mierda de pensión es por que no trabajaron. Las que, a pesar de todo, fueron abriendo ventanas, con esfuerzo y sin haber leído un libro de feminismo en su vida, para que sus hijas y nietas lo tengan un poco mejor.
Si no ha sido hasta este año cuando en un colectivo ideologizado, como somos las que estamos sensibilizadas con la memoria del 3 de marzo, hemos caído en que al lado de todos esos hombres que lucharon en el 76 había mujeres que sufrían a su lado, que sacaban adelante a la familia durante las huelgas, que trabajaban y que luchaban con ellos, y que merecían un reconocimiento.
Nosotras vamos a parar el día 8 de marzo y lo vamos a hacer por convencimiento y por responsabilidad, sabiendo que, en el fondo, somos privilegiadas por poder hacerlo y por nuestra situación. Sabemos que si las mujeres en general sufrimos discriminaciones diarias, estas se multiplican con los colectivos de las migrantes, lesbianas o transexuales.
Todas nos merecemos un futuro mejor. Todas y todos. Y para ello, después de parar, seguiremos caminando en todos los ámbitos, también en el de nuestra militancia, por que incluso desde Eusko Alkartasuna, el partido vasco que tuvo la primera presidenta, debemos hacer autocrítica y reconocer que el ámbito político está claramente masculinizado.
Te animamos a unirte a un movimiento mundial. Al fin y al cabo, ¿cuándo vas a tener otra oportunidad de marchar con mujeres de todos los países, de ser protagonista del cambio en el mundo?
Iratxe Lopez de Aberasturi, coordinadora de Eusko Alkartasuna en Araba
Eva Blanco, Estibaliz Ibañez de Gauna, Eli Zubizarreta, miembros de la coordinadora de Eusko Alkartasuna en Araba