Persona a persona, pueblo a pueblo, nación a nación, estamos construyendo sociedades nuevas. Desde Eusko Alkartasuna queremos que cualquier persona, sea del color, religión u origen que sea, viva y se sienta parte la historia de nuestro pueblo, y de su presente, pero sobre todo, que se sienta parte constructora del futuro de Euskal Herria. Y es precisamente esta Euskal Herria en construcción la que queremos que se valide en las urnas el próximo 26 de mayo.
Nos enfrentamos a una crisis profunda, a una situación en la que la política está en punto muerto. Con responsabilidad, debemos convertir este punto muerto en movimiento para Euskal Herria, para Europa y sobre todo para la democracia. Tenemos que encontrar respuestas; muchas y diversas respuestas, y éstas solamente pueden encontrarse trabajando conjuntamente con gente diferente, con pensamientos y maneras de hacer múltiples y miradas plurales, pero un objetivo común; construir una sociedad libre, basada en la justicia social.
Hace un año que ETA dejó de existir, y la sociedad vasca lleva años caminando por la senda de la democracia, pero aquí también, lo único que se nos ofrece es un callejón sin salida, o lo que es peor, la siniestra ruta del 155. Porque ya no hay lucha armada, pero tampoco hay un camino democrático para las naciones que aspiramos a ser soberanas, por lo que nos es imposible ofrecer soluciones duraderas para la pacificación y la convivencia. Nuestra inquietud no es tanto por la ciudadanía vasca –tenemos bien claro que esa lucha está acabada ya (por una parte al menos)- pero pensamos en quienes vienen por detrás, en nuestra juventud, en quien está ya aquí, y en quienes vendrán después.
Hemos vivido demasiados encarcelamientos, asesinatos, torturas, chantajes, injusticias… -de un lado y de otro- y por esa razón no queremos que la gente ni de hoy ni de mañana, vuelva a pensar en tomar ese camino. Así que debemos ampliar nuestra perspectiva política.
Por eso, desde Eusko Alkartasuna reivindicamos un independentismo que sea todo menos mirar atrás, todo salvo encerrarse en sí mismo. Y queremos saludar el coraje político de quienes no siendo incluso abertzales – como el Lehendakari Etchegaray- contribuyen junto con quien lo somos a abrir el camino de la libertad. Eso tiene un valor incalculable, y hay que cuidarlo y trabajarlo. ¿Qué podemos aportar, colectivamente, las naciones sin estado a la Europa que está en construcción? Cada cual con su bagaje ideológico, nos sentimos profundamente europeas, pero a la vez estamos muy alejadas del modelo europeo actual.
En este aspecto, barcos como el Aita Mari o el Aquarius se han convertido en un icono. El nuevo gobierno corso – nacionalista por primera vez en la historia- anunció su voluntad y disponibilidad de acoger a esas mujeres y hombres que estaban sufriendo a la deriva. Lo que para algunos era un gesto natural, fue una decisión extraordinaria a nivel europeo. Según las palabras del presidente Gilles Simeoni “No hicimos más que lo que era nuestro deber. Pero, ¿en qué Francia, en qué Europa estamos, en qué mundo vivimos, para que nos parezca extraordinario tender la mano a hombres y mujeres que se están muriendo a una decena de kilómetros de donde estamos? ¿Es que necesitamos teorizar hasta el infinito en debates sobre derecho marítimo o sobre derecho a la inmigración, derechos civiles, derechos constitucionales o sobre el Acuerdo de Dublín, para decidir que la gente se muera? Abramos nuestras puertas, abramos nuestros territorios, démosles la bienvenida, y después, reflexionemos conjuntamente sobre lo que podemos hacer”. Esta reflexión, además, cuanto más cercana y entre las instituciones locales y organismos cercanos, es como más eficiente, eficaz y directa será.
Este mensaje lo tenemos claro los partidos independentistas vascos, los nacionalistas corsos, los catalanes, los galeses, los venecianos… porque es nuestra manera de entender la ciudadanía y la soberanía. Ahora bien; ¿cómo sincronizar todos estos procesos que no son exactamente iguales? Hemos conseguido encontrar, por medio de la Alianza Libre Europea –partido europeo que agrupa 46 partidos desde regionalistas a independentistas- un medio de construir esta manera de reinventar la política.
Ahora podemos hacer grandes cosas. Tenemos un peso político, pero tenemos que creérnoslo y actuar conjuntamente. Somos pequeños pueblos, a los que la Historia, por razones diferentes, ha mantenido en la periferia. Hoy día, estos pueblos tienen y muestran su voluntad de reapropiarse de su propia historia, de su lengua, de su cultura,… y de hacerlo de manera moderna y abierta, integrando todo lo que ha cambiado en el mundo, y diciendo que queremos construir sociedades felices. Porque justo aquí radica todo el sentido de la política: este compromiso que nos lleva, más allá de partidos e intereses personales, a intentar que la gente conviva felizmente. Así que si llegamos a encontrar conjuntamente este equilibrio, habrá muchas mujeres y hombres con ganas de ser parte de este discurso en nuestras naciones y en Europa, con ganas de ayudar a su construcción.
Y todo este proceso de construcción comienza desde lo cotidiano. Las reivindicaciones lingüísticas, fiscales, medioambientales o de autogobierno como pueblo son centrales, pero también es esencial la necesidad de luchar contra el desempleo, la pobreza, la violencia machista o la especulación. Es necesario adoptar otras medidas e producción, reforzar la formación, la educación y la enseñanza, otras maneras de consumir, de interactuar, de transportarnos.
Todos y cada una de nosotras tenemos que creer en nuestra capacidad de aportar respuestas a los retos que tenemos enfrente. Somos quienes mejor conocemos los problemas del día a día, así que ¡quién mejor para solucionarlos! Reconciliemos lo cotidiano con la visión política general, y creámonos capaces de construir país desde lo cotidiano. Esto es lo que llevamos mucho tiempo haciendo cada quien para su casa: ahora toca hacerlo para la sociedad entera, y para la nueva Europa en construcción.
Iria Epalza Markoartu
Secretaria de Comunicación de Eusko Alkartasuna