Pero hemos despertado; nos hemos enredado y tomado consciencia. Hemos entendido que no podemos hacer gratis lo que debería ser la labor principal de un gobierno; cuidar de su ciudadanía. Hemos entendido que no podemos seguir alimentando un sistema que consume nuestros cuerpos y nuestras tierras. Que no podemos hipotecar nuestra calidad de vida porque privatizan los cuidados. Que por encima de todo, queremos vivir dignamente, y que los gobiernos han de ayudarnos a llevar una vida digna: enseñar a nuestras niñas y cuidar de nuestros ancianos; asegurar nuestra salud, y garantizar los servicios sociales; que la seguridad esté a nuestro lado, y no a nuestra contra; acoger a quien migra, no recibirlo a pelotazos o encerrarlos en centros infernales. Dar a quien necesita, y tomar de quien tiene.
Es posible lograr un sistema así. Pero para ello necesitamos que las mujeres estén en todos los ámbitos de toma de decisión; en política, empresas, academia, cultura, ciencia, judicatura, y por supuesto, en el ámbito de decisión sobre los cuidados.
Si queremos ser libres, nos es imprescindible construir una sociedad basada en la justicia social, y en ello estamos trabajando. Empoderándonos, enredándonos con mujeres de otros pensamientos, otros ámbitos y otros pueblos entre pañuelos. Por encima de todos los miedos, empujándonos de sororidad, para llegar a la libertad.