La victoria del nacionalismo vasco, o el fracaso de la gran ofensiva lanzada contra él por el nacionalismo español, si así prefiere definirse el resultado del
13-M, constituyó una auténtica sorpresa para quienes consideraban insostenible la lucha frente a todo el aparato del estado al
servicio de los autodenominados constitucionalistas. Nunca habíamos conocido una máquina electoral tan formidable, hecha de televisiones, radios, tertulianos, movimientos sociales
‘espontáneos’ y toda suerte de instrumentos empleados en esa gran ofensiva para la toma del Gobierno Vasco. La victoria
abertzale, precisamente más elocuente por haberse nutrido con una extraordinaria participación electoral, dejó muy clara la realidad
política de nuestra sociedad.
Pero hay un dato que el nacionalismo vasco debería tener especialmente en cuenta. El programa de la coalición PNV-EA fue especialmente claro en su reivindicación del derecho
de autodeterminación de nuestro Pueblo, y fueron precisamente los adversarios del nacionalismo vasco quienes demostraron especial interés en describir con los acentos más radicales el
tono reivindicativo de nuestro programa, pretendiendo así ahuyentar votos para la coalición.
El resultado, por tanto, no puede ser más significativo. Nuestro pueblo tuvo buena ocasión de saber qué votaba y nos corresponde ahora a nosotros
ser especialmente consecuentes con nuestros compromisos. Más en el caso de EA, que tuvo especial empeño en que el programa de la coalición recogiera con coherencia nues-tra
defensa del derecho a la autodeterminación de Euskal Herria.
Eusko Alkartasuna decidió en su día explicar a la sociedad vasca cómo concebía un proceso de diálogo y negociación pacífica y democrática con todas las fuerzas representativas de
Euskadi, en el que cada cuál defienda sus propuestas. Sin imposiciones de ningún tipo, comenzando por las que suponen
vulneración de derechos humanos fundamentales, y
siguiendo por las que derivan de un ejercicio antidemocrático del
poder. El libro rojo que contenía nuestras propuestas tuvo una
amplia difusión y obtuvo su encaje en el programa electoral
de la coalición PNV-EA, cuando aquél asumió el compromiso de
promover la negociación, en la que PNV y EA ‘plantearían sus
respectivas propuestas’ ya explicadas
a la sociedad vasca.
Esta legislatura nos plantea,
pues, un reto insoslayable: poner
a contribución todos nuestros
esfuerzos y recursos para impul-sar
esa iniciativa de diálogo y
negociación democrática, capaz
de traer al país la normalidad
política y una paz auténtica. Para
ello, tendrá que lograrse, claro
está, una actitud de reciprocidad
de las restantes fuerzas y unas
reglas de juego que signifiquen la
renuncia a cualquier actitud
impositiva que trate de distor-sionar
la voluntad de la sociedad
vasca.
El empeño puede parecer
voluntarista y hasta ingenuo,
teniendo en cuenta la actitud de
quienes hoy se sitúan en los
extremos del conflicto. Pero
jamás se ha solucionado un pro-blema
de esta entidad sin poner
toda la fe y el empeño en tareas
que parecen imposibles. Eusko
Alkartasuna, desde la cuota de
representación que le ha otor-gado
la sociedad vasca, deberá
contribuir con todas la fuerza y
la energía de que sea capaz a
que esta legislatura sea la del
cumplimiento de lo que nuestra
sociedad ha respaldado en estas
elecciones: diálogo democrático
entre las fuerzas representativas
que tengan, también, el refrendo
democrático final de la propia
sociedad vasca.
Jatorria: Eusko Alkartasuna