Iñigo Urkullu ha reconocido esta semana que baraja la posibilidad de hacer coincidir las elecciones autonómicas, que “toca” realizar en otoño, con una posible repetición de las elecciones generales. Urkullu ha razonado esta posibilidad con un argumentario populista de manual: ¿Cómo vamos a hacer dos elecciones en unos pocos meses? ¿Qué pensaría la sociedad de tanto gasto?
Cierto es que la ciudadanía en general no se entusiasma con las campañas electorales y que vivir dos en menos de seis meses no es un clamor popular. Pero también es cierto, y Urkullu lo sabe, que el ahorro en dinero público es nulo, porque cada cita electoral, aunque coincidan dos en el calendario, tiene su propia financiación y contabilidad. Vamos, que los partidos podrían gastar lo de dos campañas electorales en quince días.
Pero sobre todo, si la razón fuera tan pura, Urkullu, el PNV, hubieran hecho este anuncio en cuanto quedó claro que la segunda vuelta electoral era una posibilidad.
Por eso, porque la posibilidad de hacer coincidir las dos elecciones no ha sido una cuestión de lógica sino de cálculo, deberíamos preguntarnos, como en las películas de detectives, a quién beneficia o quién sale ganando con esta fórmula. También es cierto que existe otra posibilidad: que por la relación preferente que mantiene con el PSOE, el PNV sepa a ciencia cierta que no habrá repetición de las elecciones, que el acuerdo (sea cual sea) está hecho y estamos asistiendo a una dramatización que se resolverá a la catalana, en el último segundo.
De lo contrario, el PNV sabe a quién beneficia hacer dos elecciones en el mismo día. Y, evidentemente, los jeltzales serían los más beneficiados. No porque sea la fórmula que mas les favorece para ganar votos, sino porque impulsa a PSOE-PSE y PP. Es decir, beneficia a sus aliados para frenar un posible acuerdo entre EH Bildu y Podemos.
Así, resulta un tanto descorazonador ver que Eusko Alkartasuna insiste en estructurar un polo soberanista amplio y nacional en el que el PNV debe jugar un papel importante, mientras los jeltzales lo juegan todo a la misma carta de siempre: gestionar las migajas del autogobierno y mantener Ajuria Enea.
Porque si están pensando en gobernar, o llegar al Gobierno, con PSE y PP, obviamente no van a priorizar trabajar en un frente soberanista de manera paralela. Ejemplo de las prioridades jeltzales es el poco interés mostrado en que la Ponencia de Autogobierno del Parlamento Vasco avance.
El PNV es el de siempre y el independentismo también está en sus posturas tradicionales, así que la incógnita se llama Podemos. Cada vez es mas difícil saber cuál es su postura respecto a la formación de Gobierno en el Estado y no digamos ya saber qué puede hacer tras las autonómicas vascas. Sus líderes afirman que quieren acabar con el Gobierno del PNV, pero dijo lo mismo de Rajoy y resulta que era solo si Pablo Iglesias es la alternativa. Un “quítate tú para ponerme yo” de toda la vida.
Aunque no será Eusko Alkartasuna quien anime a propiciar un Gobierno del PSOE en el Estado, si creemos que los grandes cambios requieren grandes dosis de generosidad. Liberar Gasteiz del nefasto gobierno municipal del PP, de Javier Maroto, solo fue posible por el compromiso por el cambio que mostró EH Bildu, aceptando un alcalde del PNV que tuvo menos votos que Miren Larrion. Y qué decir del cambio en Nafarroa: todo esfuerzo será dado por bueno si se pueden empezar a reparar todos los daños –económicos, sociales y de todo tipo- que generó tantos años del régimen de UPN.
Podemos Euskadi es una incógnita que debería mostrar sus intenciones cuanto antes, porque quienes han mostrado su mutuo apoyo sin fisuras son PNV y PSOE-PSE, que se dan aire con todas las fórmulas a su alcance, hasta el punto de que, al parecer, a los jeltzales no les importa perder votos si quien los gana es Idoia Mendia. PNV y PSE empiezan a maniobrar para asegurar que la situación quede como está. El cambio precisará más esfuerzo y compromiso.