Garaikoetxea recibe esta tarde en Vitoria la Cruz del Árbol de Gernika por su labor al frente de los primeros Ejecutivos vascos; en una entrevista concedida a El Diario Vasco, el Lehendakari recuerda sus años al frente de los Ejecutivos vascos y repasa los acontecimientos políticos de los últimos tiempos y el papel de EA en los mismos, así como la decisión de ETA de cesar su actividad armada.
Carlos Garaikoetxea vive alejado del día a día de la política, aunque como fundador de EA tuvo una implicación directa en el acercamiento a la izquierda abertzale que dio lugar a Bildu y que, a su vez, ha empujado a ETA a renunciar a la violencia. Hoy recibe la máxima distinción del Gobierno Vasco, la Cruz del Árbol de Gernika, por su labor al frente de los primeros Ejecutivos vascos tras la restauración de la democracia.
-¿Qué sintió el conocer el anuncio del cese definitivo de la violencia de ETA?
-Sentí una emoción muy fuerte al ver que una noticia esperada durante tantos años se convertía de pronto en realidad.
-¿Le sorprendió o se lo esperaba?
-Sí que era esperado, pero tampoco lo esperaba en ese preciso momento, no estoy viviendo la política al segundo y mucho menos controlo las decisiones de ese mundo, muchas veces impenetrable. Era esperado, pero al oírlo sentí una conmoción interior, como siempre que te dan una noticia de las que se pueden considerar trascendentales en la vida. El nacimiento de un hijo puede ser algo esperado, pero cuando al fin se produce, lo que se siente supera lo que se espera sentir. En este caso, salvando las distancias, me pasó algo parecido.
-¿Este comunicado supone el final de ETA?
-Creo que sí, porque todo lo que ha venido sucediendo estos últimos años es mucho más que la conferencia de paz que ha supuesto el espaldarazo definitivo a un proceso. Son meses y hasta años en los que se han ido gestando acuerdos en el brazo político de ETA y, al final, todo ello cristaliza en algo que algunos llevamos 30 años defendiendo, y es que la solución estaba en que los partidos políticos trataran los asuntos políticos y que el problema de ETA y de su final, así como sus consecuencias, se resuelva con el Gobierno del Estado.
-¿Por qué cree que se ha producido en este momento?
-Por una conjunción de factores. Algunos ponen el acento exclusivamente en la acción policial, por ejemplo, pero yo no creo en exclusividades. Es cierto que ha habido un deterioro importante de ETA y una evolución de la consideración del terrorismo a escala universal y en la sociedad vasca en particular, pero también se ha producido una catarsis evidente en el entorno político de ETA, que le ha llevado a una reflexión interna. Y algunos, como EA, hemos querido contribuir a que esa reflexión que se estaba produciendo en la izquierda abertzale desembocase en la tesis de que era mejor una acción política que pusiera en evidencia mayorías democráticas potentes a favor del derecho nacional del pueblo vasco que cualquier actividad armada, que todas las pistolas.
-¿…?
-Este elemento de persuasión necesitaba que no todo fuera poner palos en las ruedas, un hostigamiento que muchas veces rayaba en la provocación para que ese mundo no se moviera. Otros apuntamos en otra dirección y potenciamos al argumento de que valía más una gran masa democrática de partidos y fuerzas sociales quizás diferentes en su ideología, pero coincidentes en algunas reivindicaciones básicas. Y eso ha sido un elemento de persuasión muy importante para ETA.
-¿La izquierda abertzale no ha tardado demasiado en hacer ese recorrido? ¿O era necesario avanzar con pequeños pasos para hacerlo de forma unitaria?
-La trayectoria de ETA desde que nace hace 50 años ha vivido varias etapas, desde un inicio en la época franquista que llegó a concitar beneplácitos más allá del nacionalismo vasco, incluso en sectores internacionales, hasta su pervivencia en la etapa democrática, cuando en mi opinión pierde el ritmo. Pero en su existencia subyace, aunque esto vaya a irritar a algunos, una cuestión política, porque ETA comete una delincuencia de convicción política. Que no justifica ninguna vulneración de derechos humanos, todo sea dicho. Pero el quid de la cuestión es que ETA piensa que sus reivindicaciones no tienen caminos legales expeditos para materializarse, aunque ha tardado mucho tiempo en prevalecer el argumento de que no hay vulneración de derechos humanos que pueda ser justificada. Incluso aunque otros conculquen derechos como que sea respetada la voluntad democrática de este pueblo y que esa voluntad se pueda materializar. Ahí está el quid del conflicto político que algunos dicen que no existe y que sí que existe. Es un proceso complejo y largo que no es fácil cerrar de la noche a la mañana.
-¿La desaparición de ETA será especialmente positiva para el nacionalismo?
-Ése es el argumento que hemos querido fortalecer en este momento final de ETA: que más vale acreditar que hay una reivindicación democrática mayoritaria en la sociedad vasca que es desoída, para que se entere todo nuestro entorno geopolítico, que todas las pistolas del mundo. ETA provocaba un gran perjuicio en la reivindicación nacional vasca.
-¿No echó de menos que ETA hiciera en su comunicado alguna alusión a las víctimas que ha provocado, y no solo a las propias?
-Cómo no lo voy a echar en falta yo, que probablemente habré ido a más funerales y me habré conmovido con más escenas desgarradoras que cualquiera en este país, porque yo viví los seis años de plomo desde el 79 al 85, desde la presidencia del Consejo General Vasco hasta el segundo Gobierno. Cuando se vive de cerca el dolor y el desgarro de la gente es inevitable que aparezca el sentimiento de compasión. Yo estoy seguro de que va a haber un pronunciamiento de ETA en relación con las víctimas, aunque ahora se están midiendo mucho los pasos para conseguir un fin global sin disensiones o escisiones. Cada paso es objeto de una metabolización muy lenta, pero incluso los que tengan las convicciones más dogmáticas saldrán de su obcecación para decir ‘lo siento’, que es tanto como decir ‘perdóname’. Eso va a venir, y creo que es una necesidad acuciante el reconocimiento de todas las víctimas. De todas.
-ETA ha pedido a los Estados español y francés que den pasos. ¿Qué podrían hacer para contribuir a ese final?
-Desde la izquierda abertzale se están apuntando unos pasos inmediatos que tienen encaje en la legalidad, como la interpretación de las normas penitenciarias. Yo comprendo que levante sarpullidos en algunos sectores y sobre todo en las víctimas, a las que hay que entender cualquier cosa que puedan decir, pero este tipo de medidas han estado presentes en todos los procesos de este tipo que se han dado en el mundo. También hay cuestiones como la de Otegi y sus compañeros encarcelados por Bateragune: si han sido ellos los impulsores de este llamamiento de la izquierda abertzale a ETA para que cese en la violencia, ¿cómo no se puede tomar una medida excepcional con estas personas, incluso con indultos?
-¿Valdría con eso?
-Eso es lo que hoy se está planteando de inmediato, pero a medio y largo plazo debería hacerse realidad eso de que en democracia todas las reivindicaciones políticas tienen cabida. Y añado que no sólo las reivindicaciones, sino su materialización, llegado el caso. Dentro de unas coordenadas cívicas, nadie puede negar a ninguna formación política que reivindique aquello en lo que cree, incluida la independencia. Aunque también creo que esta sociedad necesita una especie de catarsis, de reconversión cultural, para que actitudes de agresividad e intolerancia en las relaciones sociales que ha vivido como consecuencia del famoso conflicto desaparezcan para siempre.
-¿Descarta que pueda darse una marcha atrás en ETA si las cosas no van como ella quiere?
-Sincera y rotundamente, creo que esto no tiene marcha atrás.
-¿Un posible gobierno del PP podría complicar las reivindicaciones de las que hablaba anteriormente?
-Quiero ser justo y creo apreciar una actitud de sosiego en ciertas instancias del Partido Popular. Además, aunque España no es el Reino Unido, en otros conflictos se ha comprobado que la derecha ha tenido tanta voluntad como la izquierda para superarlos con visión, arrojo y generosidad, en el mejor sentido del término. Lo malo es el acoso que puede tener Rajoy desde sectores de la derecha más extrema.
-¿A qué se refiere?
-Nunca hubiera imaginado que unas expresiones tan firmes e inequívocas por parte de ETA, acompañadas de los pasos previos que se habían dado, como renunciar al impuesto revolucionario, pudieran generar reacciones tan negativas desde algunos sectores. Yo doy mucha importancia a la denostada mediación internacional y a la conferencia de Donostia, pero desde algunos medios se ha llegado a insultar a personalidades internacionales como el exsecretario general de la ONU o dos ex primeros ministros que participaron en ella, y cuyas conclusiones también tuvieron el refrendo de nombres como Blair y Mitchell, que no son unos cantamañanas. Y quienes les critican no se dan cuenta de que todos esos señores se convierten en garantes de todo este proceso: ETA ya no puede permitirse hacerle un feo a esa mediación internacional.
-¿…?
-En algunos periódicos y cadenas de televisión de Madrid estoy viendo estos días cosas que jamás me hubiera imaginado, lo que me lleva a la conclusión de que les preocupa mucho más la paz, un escenario de comparecencia política pacífica que ya no esté condicionado por la violencia. Porque la persistencia de ésta ha servido a muchos para rechazar, manipular y confundir una reivindicación legítima con un problema de violencia que parecía que era el único que existía en Euskadi.
«Escucharé al lehendakari»
-El lehendakari ha iniciado una ronda de contactos en la que usted está incluido por su condición de exlehendakari. ¿Qué le va a trasladar en ese encuentro?
-A un lehendakari no se le puede pedir todo, porque hay decisiones que se escapan de sus competencias, aunque creo que puede contribuir con su implicación. Pero yo sobre todo voy a ir a escuchar.
-¿Cree, como Eguiguren, que López podía haber hecho más para conseguir la paz?
-Resultaría paradójico que yo le enmendará la plana a Jesús Eguiguren cuando dice eso, aunque también es verdad que luego matizó la dureza de sus expresiones. Yo voy a evitar emplear tonos que no me parecen adecuados en un predecesor del actual lehendakari. Diré que puede hacer muchas cosas por la paz, aunque no todas.
-Queda la sensación de que en los últimos meses quien más se ha movido es la izquierda abertzale, pero ¿también es la que más camino tenía por recorrer?
-El gran paso lo ha dado quien lo ha dado. Quien ha dicho que cesa en su actividad después de 50 años y quienes han marcado la hoja de ruta, con la contribución de otros que les hemos ayudado. Los demás han seguido manteniendo el discurso de la acción policial, que es el discurso de siempre.
-¿Qué papel ha jugado EA en este viraje de la izquierda abertzale?
-En estas cosas es mejor no ponerse plumas, pero hemos contribuido a evidenciar el argumento disuasorio para ETA de que en este país era mucho más eficaz que toda actividad armada un conglomerado democrático abertzale que exprese la demanda mayoritaria de la sociedad desde la política. De ahí nuestra presencia en Bildu o Amaiur, que nunca se hubiera producido de no existir un rechazo expreso a las vías violentas.
-Tras la irrupción de Bildu el 22-M, ¿el anuncio de ETA puede hacer que Amaiur arrase el 20-N?
-Aunque las generales no son las locales, creo que va a tener un resultado espectacular, que además tendrá una explicación. Se está atribuyendo el éxito de Bildu a una especie de explosión coyuntural de emociones, pero hay una cuestión de fondo: mucha gente ha ido a votar a Bildu porque ha habido una renuncia a la violencia. Lo que decía hace un momento de EA es extensible al ciudadano que ha ido a votar a una opción abertzale que no contempla el uso de la violencia para conseguir sus fines políticos.
-¿Qué papel jugará Amaiur en el Congreso si consigue ese buen resultado que espera?
-Se va a oír en Madrid una voz con escasos precedentes. Al nacionalismo muchas veces se le ha atribuido una ambigüedad táctica o una falta de convicción a la hora de reivindicar que Euskal Herria es una nación y que toda nación tiene derecho a decir cuál es la ordenación de su vida colectiva. Ese lenguaje sin disfraces o ambigüedades va a llegar con rotundidad y estoy persuadido de que probablemente conseguiremos que el PNV se sume a ese camino, lo que haría aflorar una mayoría rotunda en este país que debería hacer pensar a más de uno. Con una amplia mayoría abertzale, si no hay un cambio de marco político antes o después, va a quedar en evidencia ante todo el mundo que aquí no hay un problema de pistolas, sino un problema de una voluntad democrática que se respeta o no se respeta.
«Mi mayor mérito como lehendakari fue saber rodearme de los mejores»
-Hoy recibe en Vitoria la Cruz del Árbol de Gernika, la mayor distinción que concede el Gobierno Vasco. ¿Qué supone para usted este reconocimiento?
-Me produce un sentimiento de gratitud muy grande, aunque me siento algo abrumado, porque si me comparo con aquéllos que lo han recibido me siento muy insignificante. Lo asumo pensando en todos los compañeros y compañeras que me ayudaron en lo que buenamente pude hacer. Si he podido tener algún mérito en mis años de presidir aquellos gobiernos es el de elegir buena gente, de la que ya es muy difícil de encontrar. Eran años difíciles y fui a buscar a los mejores, sin mirar si tenían carnet de partido. Y los mejores demostraron que lo eran también en el Gobierno.
-Usted fue el primer lehendakari en empezar a hacer efectivo el Estatuto de Autonomía, aunque con los años ha variado su opinión sobre él. A su juicio, ¿en qué momento comenzó a perder efectividad?
-Al día siguiente de aprobarse ya dije que a partir de entonces llegaba lo más difícil, que es convertir la letra en realidad. Las dificultades empezaron desde el principio, porque en toda ley básica hay un margen para la interpretación en la que el pez gordo suele comerse al pez chico. De todas formas, en aquellos dos primeros años se llevó a cabo el mayor desarrollo estatutario con diferencia, por eso me extraña oír ahora al PNV y al PSE decir que en esta legislatura se ha avanzado mucho y prácticamente se ha completado. Fue un instrumento que en su día hizo su labor y yo no reniego de aquel paso, porque había que darlo. Y los que no lo dieron se equivocaron, aunque se enfaden conmigo. Pero el asunto se agotó hace años, estamos en otra etapa, han pasado 30 años y no hay que escandalizarse. Es normal que un abertzale quiera ir más allá.
-¿Qué le parece que hoy se celebre el ‘Día de Euskadi’?
-Para los abertzales el día de la patria es el Aberri Eguna. El actual Gobierno Vasco ha decretado que el 25 de octubre sea festivo y yo respeto las instituciones aunque tenga otra concepción. Tampoco voy a renunciar a la medalla por esta cuestión.
Fuente: El Diario Vasco