Asegura que su partido ha cedido «mucho más» y que la forma «impositiva» y «voraz» demostrada por su socio en la negociación dejará «cicatrices» «Dudo de que Ibarretxe influyera, porque el aparato peneuvista es tremendo»
Carlos Garaikoetxea advierte con el dedo apuntando al cielo que todas las opiniones que va a verter en esta entrevista son «muy personales». Y lo hace desde su coqueto despacho-de-ex-lehendakari-con-derecho-a-secretaria que tiene en el centro de Pamplona. «Mi oficina de prejubilado», la llama él. Y se agradece esta advertencia previa porque el ex presidente de EA analiza y cuestiona con más ironía y desapego político de lo habitual, el acuerdo de coalición suscrito con el PNV y sus posibles consecuencias: «Hemos cedido mucho más, y esto va a dejar cicatrices en el camino y a provocar un gran disgusto en amplios sectores de Eusko Alkartasuna», augura.
-Al final, EA ha cedido a las presiones del PNV.
-Creo que el gran esfuerzo lo ha hecho EA, por una razón política fundamental: si se descarta la entente PNV-EA para gobernar las instituciones, sólo queda otra, que es la de PNV-PSOE. Con todo respeto a los socialistas, es lógico que nos preocupe, sobre todo cuando se están defendiendo desde el Gobierno vasco ciertos proyectos políticos.
-¿Queda garantizada la representatividad que exigía EA?
-No se ha respetado todo lo que hubiéramos deseado. El caso más notorio es San Sebastián. Hemos cedido mucho más.
-¿La falta de un acuerdo podría haber agudizado la crisis interna en su partido?
-Sí. En estos casos suelen crear dificultades tanto los desacuerdos como los acuerdos. Es seguro que la coalición global va a provocar un gran disgusto en muchos sectores de EA. Es difícil obligar a gentes que tienen profundas discrepancias en sus respectivos ámbitos locales a que olviden ciertas cosas de la noche a la mañana. Un alcalde que ha sido defenestrado hace tres meses en las Encartaciones u otros compañeros que han defendido tesis completamente contradictorias por una central térmica o por otras razones… Esa era la razón de que EA no estuviera a favor de suscribir el acuerdo al 100%.
-Hace tres años que EA no testa su fuerza en las urnas. ¿Tienen miedo a concurrir solos?
-Suele existir preocupación. Cuando en los casos de desacuerdo se cargan las culpas sobre el interlocutor, EA tiene la gran desventaja de carecer de periódicos propios o de órganos audiovisuales controlados. Pero también le diré, siempre lo he dicho, que, salvo situaciones excepcionales, hay que ir solos. Eso también tiene ventajas.
-¿Cuáles?
-La percepción del mensaje político queda menos sometida a confusión. Además, las coaliciones no siempre suman.
-¿No era partidario del acuerdo?
-Era partidario de un acuerdo justo, pero no de una imposición como creo que pretendía el PNV en los inicios. Esto no ha sido una teatralización, como alguien ha dicho estúpidamente, sino un pulso bastante fuerte. Al final se han mitigado los aspectos más impositivos, pero se han cedido muchas cosas, en aras de los ideales políticos y de nuestra idea de país.
«Impresentable»
-¿En el fondo no subyace la tentación de ir por separado para conocer cuál de los dos partidos arrastra más votos de la izquierda radical?
-Aunque sea una pretensión lógica y legítima conquistar nuevos espacios electorales, creo que quien reduce a eso la pretensión de PNV o EA no analiza con precisión la realidad política de este país. El electorado de HB es muy inelástico, y el que piense que los trasiegos de votos se producen con facilidad se equivoca, pese a que algunos pretendan congraciarse con ellos con promesas de apoyos morales y cosas por el estilo.
-¿Tiene la impresión de que lo que pretende el PNV, en el fondo, es laminar de una vez por todas a su escisión?
-Al PNV le caracteriza una voracidad enorme en términos políticos. Eso también se ha visto en la negociación. Lo que pasa, es que frente a la tentación de ser voraz está la de resistirse. Las primeras propuestas que hizo el PNV fueron absolutamente impresentables.
-¿Las relaciones de los dos partidos salen tocadas de este lance?
-Dejan cicatrices en el camino. Cómo no van a dejarlas si uno ve versiones tan pintorescas, como que el PNV llamó al teléfono de EA de Guipúzcoa el Día de San Sebastián y dijo que nadie cogía, mientras nuestra presidenta trataba de hablar con Arzalluz, esperaba pacientemente al teléfono, dejaba su móvil y todavía está esperando a que se le conteste. O que se recibiera un fax predatado la víspera, comunicando la ruptura. También era duro escuchar un día tras otro que había acuerdos previos con otras instancias. O que el PNV nombrara candidatos sin encomendarse ni a dios ni al diablo. La lealtad y la elegancia en una negociación residen en que si existen unas reglas de juego, se cumplen.
-Dijo que el PNV estaba preparando el camino para reencontrarse con los socialistas. ¿El acuerdo desmiente esta apreciación?
-Me alegra poder aclarar esto. Dije que ante lo inexplicable de la postura del PNV, a lo mejor tenían razón muchos que creían que podría estar repitiéndose lo mismo que ocurrió hace unos años cuando se apuntó desde el Gobierno vasco hacia un cambio estratégico en las alianzas, concretamente con el PSOE. Lo que yo no dije es que hubiera un pacto o que lo estuvieran preparando.
«Retirarse a tiempo»
-Se asegura que la intervención de Ibarretxe fue decisiva para desatascar el desencuentro. ¿Se ha convertido en una especie de pope del nacionalismo vasco?
-Mire, todo el mundo sabe mi cordial relación con Ibarretxe. Posiblemente le ayudé más que muchos de sus compañeros en las últimas elecciones. Pero que nadie se engañe. Al aparato del PNV ya no le transmite sus voluntades ni siquiera el señor Arzalluz. Que no le atribuyan al señor Ibarre-txe esas virtudes taumatúrgicas.
-¿Arzalluz ha dejado de ser el principal referente del nacionalismo?
-Simplemente he hecho una alusión a un episodio reciente y muy sorprendente en el PNV. Lo que quiero decir es que no se le pueden pedir milagros al lehendakari. El aparato del Partido Nacionalista es tremendo, y si hay cinco aparatos, los cuatro regionales más el nacional, sería un milagro que Ibarretxe pudiera influir, como se pretende en la voluntad de esos aparatos. Lo importante ha sido la negociación y la flexibilidad.
-Admita que disfrutó usted cuando Arzalluz perdió la batalla con el PNV vizcaíno, al no poder imponer a su candidato Josu Bergara para diputado general.
-No, no es algo de lo que me alegre especialmente, aunque no deja de ser curioso. Las generaciones vienen, empujan y se llevan todo por delante. Por eso es conveniente retirarse a tiempo y con dignidad.
-¿Qué pensó cuando Arzalluz ofreció su apoyo moral a Batasuna?
-Con las ocurrencias de Arzalluz me divierto mucho. Y ésta en concreto no me parece la más divertida. Mi favorita es cuando dijo que Aznar había hecho en quince días lo que los socialistas no habían hecho en quince años. Lo que me preocupa es que muchas de sus declaraciones no tengan coherencia, palabra que, por cierto, rima con ocurrencia.
-Sorprende que en la terna de consultores de Ibarretxe muchos tengan el carné de Eusko Alkartasuna.
-Por lo que vi publicado, había varias personas de EA, y creo que es porque el mundo de la ´intelligentsia´ vasca está integrado en nuestras filas, no sólo aquí, también en Iparralde. Gente que merece el respeto de todo el mundo. De manera, que no me sorprende.
«Igual el plan de Ibarretxe no se ha explicado bien»
-¿El plan de Ibarretxe tiene futuro?
-Lo importante es ser demócrata para intentar encontrar la síntesis con los demás. En EA siempre hemos dicho que vamos con una voluntad abierta y aceptando lo que democráticamente se decida. Eso es lo que creo que se está desfigurando en este plan, a lo mejor porque no se ha explicado de la mejor manera imaginable.
-¿Qué es lo que a su juicio debilita más a ETA y a Batasuna, las medidas judiciales y policiales o las concesiones políticas a ese mundo?
-Creo que esa dicotomía es simplista y falsa. No hay crimen que pueda dejarse impune, pero seguir cerrando los ojos a la realidad de un trasfondo político es hacer lo contrario de lo que decía el filósofo: «si quieres resolver el problema, obsérvalo atentamente». Tanto el PP como el PSOE están cayendo en la actitud peligrosa de tratar de instrumentalizar un problema como el vasco, no para resolverlo sino para obtener rentabilidad a lo largo y ancho de España.
-¿Cree que las circunstancias aconsejan poner en marcha en Euskadi proyectos excluyentes o someter a la población a un referéndum?
-Pero, ¿qué es más lógico y democrático, que pueda opinar todo el mundo sobre unas opciones alternativas, o que un 40% diga que no se mueve el ´statu quo´ actual, aunque lo quiera un 60%? Lo importante no es la consulta sino un intento de negociación y de comprensión mutua para llegar a un punto de encuentro.
-¿Toda la responsabilidad de lo que ocurre es imputable al Partido Popular o el nacionalismo vasco también tendría que hacer examen de conciencia?
-Tenemos que hacerlo todos. Primero los que no admiten que puedan haber otras formas de pensar que las suyas. Después, los que prevaliéndose del monopolio de la fuerza del Estado hacen algo parecido envuelto en el celofán de la legalidad y de las constituciones inmutables. Todos hemos cometido errores, y yo el primero. Pero creo en lo que creo. No puedo erigirme en fiscal de mis convicciones y en abogado de las de mis contrincantes políticos. Todos tendríamos que hablar y negociar.
-¿El lehendakari, que habla tanto de diálogo, le parece una persona dialogante?
-Yo creo que sí. Habrá pocos dirigentes de Gobierno que hayan gastado tantas horas en dialogar. Otra cosa es el grado de permeabilidad que hayan podido tener en esas conversaciones de las que yo no he sido testigo.
-¿Le asusta Aznar como candidato en las listas de Bilbao?
-No. Empleando una expresión muy eufemística, me parece que es un gesto tan elemental que, además se puede convertir en un boomerang, porque el ´paracaidismo´, aunque sea simbólico, nunca ha sido bien visto en este país.
-¿Son indicativos de algo gestos como los de Emilio Guevara o Kosme Luzuriaga?
-Sí, aunque han tardado mucho en darse cuenta. Lo han hecho cuando han sido expulsados de su partido o cuando han perdido responsabilidades en el mismo. Respeto las convicciones íntimas de cada cual, pero determinadas piruetas me resultan cuando menos sorprendentes.
J. J. CORCUERA/ elcorreodigital.com
Fuente: Carlos Garaikoetxea