Un ser minúsculo ha trastocado todo el planeta, desbarajando una sociedad que hemos construido a escala demasiado grande.
El golpe que nos ha dado el Covid-19 ha sido terrible, en todos los sentidos: en nuestra forma de entender la vida y la muerte, en la forma en que hemos desarrollado las relaciones sociales y en la importancia del trabajo. De hecho, hasta ahora la mayoría de la gente vivía para trabajar. Las condiciones laborales y los derechos eran cuestiones secundarias, siempre en beneficio de la economía. Y esa normalidad ha causado, sólo en los primeros 4 meses de 2020, la muerte de 29 trabajadores y dos más están desaparecidos bajo la basura desde el 4 de febrero.
Pero el parón global provocado por el virus también nos ha traído la oportunidad de construir una nueva Euskal Herria. Una sociedad que dé a los cuidados la importancia que tienen; que oriente el trabajo hacia el objetivo de la mejora de las condiciones de vida de todos y todas;, basada en la justicia social; en la que quien lo necesite sea receptor, y quien más tiene, aporte.
Un nuevo país nos espera. Construyámoslo entre todos y todas, con el trabajo de todos y todas, poniendo en el centro la vida de todos y todas. Debemos construir ese nuevo país otorgando reconocimiento y dignidad a los y las trabajadoras que lo construirán en condiciones de libertad, igualdad y justicia social, y respetando el medio en el que se construirá. A medida de las personas.