Según datos de la ONU las mujeres efectuamos las dos terceras partes del trabajo total, pero tan solo recibimos una décima parte de las remuneraciones y poseemos únicamente el 1% de los recursos del mundo. Este desigual reparto de la riqueza posiciona a la mujer en una situación de inferioridad en las relaciones de poder, que en muchas ocasiones se traduce en una falta de derechos y libertades para las mujeres y les condena a la exclusión social.
No en vano esta institución internacional en sus últimos informes señala que uno de los índices más fiables para determinar el nivel de desarrollo humano de un país es el nivel de derechos y libertades alcanzados por las mujeres de ese país.
Por eso, cuando reivindicamos ´otro mundo es posible´ este eslogan engloba también la necesidad de la equidad en el reparto de la riqueza y la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Porque la democracia no será real sin la participación de todas las personas, hombres y mujeres en igualdad de condiciones.
Alguien puede pensar que esta reflexión puede coincidir más con la situación de las mujeres del Tercer Mundo. Sin embargo cabe decir, que si bien las mujeres, hemos ganado posiciones en la participación activa en la vida política, económica, cultural y social, todavía existen grandes diferencias entre las oportunidades de hombres y mujeres.
Pero incluso analizando el mercado laboral remunerado, en este ámbito también persisten las desigualdades.
La tasa de actividad de la mujer es del 41,68% (en el caso de los hombres alcanza el 66,70%) y sufrimos una tasa de paro del 16,26% ( los hombres el 7,67%), se combinan niveles bajos de actividad con altas tasas de paro, la peor combinación que se pueda dar. Estos datos nos reflejan que hay mujeres que pudiendo acceder al mercado de trabajo han desistido. La poca seguridad que les ofrece el mercado laboral y el escaso apoyo que reciben en la atención familiar hace que se desanimen.
El mercado laboral femenino se caracteriza por la precariedad y la temporalidad: 7 de cada 10 contratos a tiempo parcial son para las mujeres; el 32% trabajan con contratos temporales; el 90% de las personas ocupadas sin contrato son mujeres.
Además tienen que combinar la vida familiar con el trabajo remunerado con muy escaso apoyo y soporte de los servicios sociales. De ahí que el discurso también elaborado por los conservadores de la necesidad de conciliar la vida laboral y familiar haya calado, y hoy todos hablamos de la necesidad de esta conciliación. Sin embargo esta es una premisa errónea. Los países del norte de Europa se caracterizan por altas tasas de participación de la mujer en el mercado de trabajo y las tasas de fertilidad son superiores a las nuestras. La diferencia es que estos países han desarrollado una amplia red de servicios sociales, y sin embargo aquí el apoyo a la familia radica en la mujer como nos indica la encuesta del presupuesto del tiempo de trabajo. Así, bajo la premisa de la necesidad de conciliar la vida familiar y laboral se reservan para las mujeres los contratos más precarios del mercado laboral, como son los contratos a tiempo parcial y los contratos temporales. Y no hay preocupación por el desarrollo de los servicios sociales, que además suponen un elevado potencial de creación de empleo para las mujeres. No olvidemos que el 80% de las mujeres ocupadas desempeñan su trabajo remunerado en el sector de servicios.
Cuando desde estos sectores más conservadores se tratan de externalizar los servicios de las empresas, son incapaces de externalizar los servicios de apoyo a la familia. Este hecho constituye uno de los indicadores del distinto reconocimiento del trabajo desempeñado por las mujeres y los hombres.
El dato más significativo de la desigualdad en el reparto de la riqueza en el mercado laboral es el hecho de que la remuneración media de las mujeres esun 28% inferior a la de los hombres según datos de Emakunde.
Esta precarización, temporalidad y salarios inferiores tiene efecto directo sobre las menores prestaciones económicas de desempleo y pensiones que cobran, porque han cotizado por una menor base, porque han cotizado un periodo menor de tiempo debido a que tuvieron que abandonar el mercado laboral en su día, e incluso en muchos casos no tiene derecho a estas prestaciones por no haber cotizado el tiempo suficiente, lo que contribuye a generar situaciones de dependencia.
Todas estas situaciones de menor actividad, mayor nivel de desempleo y precariedad y menores ingresos ha generado lo que se conoce como la feminización de la probeza, así el 70% de las personas titulares de la Renta Básica son mujeres.
Ante esta situación Eusko Alkartasuna propone:
- Aplicación de las leyes contra la discriminación por motivos de sexo en el mercado de trabajo y aplicación del principio de igualdad en el acceso al trabajo, la contratación, ascenso, y condiciones de trabajo.
- Incrementar los esfuerzos para eliminar las diferencias entre la remuneración de las mujeres y de los hombres. Adoptar medidas para aplicar el principio de la remuneración igual por el mismo trabajo.
- Revisar el sistema de seguridad social, con objeto de eliminar cualquier posible discriminación contra la mujer.
- Establecimiento de planes de reciclaje profesional, y servicios de asesoramiento y asistencia técnica para la mujer que pretende integrarse en la economía y sobre todo para aquellas que suspendieron su relación laboral por la atención de familiares a cargo.
- Tratar de llegar a un conocimiento más completo del alcance y distribución de trabajo no remunerado, el valor del trabajo asistencial, particularmente el trabajo de cuidar de los familiares dependientes, impulsando los servicios sociales, ya que mejoran la calidad de vida, crean empleo y facilitarían la entrada de la mujer en el mercado de trabajo.
- Crear una red de servicios sociales públicos, asequibles y flexibles, que tengan en cuenta las necesidades de los trabajadores de ambos sexos.
Fuente: Eusko Alkartasuna