Maiorga Ramirez En este momento de cambios en todo el Estado, en que gracias a la confluencia y el acuerdo estratégico entre partidos nacionalistas y de izquierdas ha sido posible arrebatar el poder al PP en Madrid y Galicia, y constituir gobiernos plurales y progresistas, también en Cataluña, precisamente ahora que el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha iniciado una ronda de contactos con otras fuerzas en el Congreso para ampliar su estrategia de pactos con partidos nacionalistas, resulta ciertamente frustrante escuchar al secretario general del PSN, Carlos Chivite, anunciar la pretensión de su partido de buscar acuerdos de colaboración institucional con UPN de cara al 2007.
Desde hace diez años Navarra es gobernada por la derecha más conservadora, reaccionaria y caciquil de todo el Estado, casi siempre con el apoyo vergonzante de un PSN que ha venido justificando su respaldo reiterado al candidato y el programa de la derecha en el Parlamento de Navarra con el argumento de la estabilidad institucional . Esta misma semana el señor Chivite empleaba esta misma excusa, al tiempo que condicionaba cualquier posibilidad de acuerdo con el nacionalismo vasco en Navarra a la renuncia a nuestros postulados ideológicos fundamentales. Una exigencia que resulta imposible de asumir, que por supuesto ni Zapatero, ni Maragall ni Touriño han planteado a sus socios de gobierno, y que no hace sino poner en evidencia, nuevamente, la sumisión del Partido Socialista de Navarra al discurso de UPN/PP.
El cambio político en Navarra no sólo es deseable, sino también posible. Existe un precedente en el tripartito de 1995, que muchos navarros recordamos bien, y un ejemplo actual en los diversos ayuntamientos (Tafalla, Lizarra, Barañáin…) en los que socialistas y nacionalistas vascos estamos ahora mismo gobernando juntos. Lo cierto es que el mismo esfuerzo que ha hecho posible el cambio en otras comunidades, y en el propio Gobierno central español, puede aplicarse también a Navarra.
En los últimos años hemos asistido a un retroceso social cada vez más patente en ámbitos como Educación y Bienestar Social, en los que las necesidades de financiación son actualmente manifiestos, e incluso en el buque insignia del sistema público navarro, la Sanidad. Existe una importante falta de transparencia, que está dese bocando incluso en casos de posibles irregularidades (Egüés, Humanismo y Democracia…), que ponen en evidencia la generalización del trato de favor y, en definitiva, falta de control y decadencia en la gestión pública.
Por otra parte, apelando a un discurso navarrista que sólo esgrime en oposición a lo vasco, en los últimos años el Gobierno navarro ha emprendido una ofensiva desmedida contra las señas de identidad propias, y contra toda iniciativa política, popular o cultural que no comulgara con sus planteamientos. Patrimonializándose en exclusiva la idea de Navarra, UPN practica una política sectaria y excluyente, que en su fundamentalismo niega cualquier desarrollo futuro de esta Comunidad distinto al actual y la propia pluralidad.
En este contexto, la única posibilidad de cambio real en Navarra es un gobierno alternativo, progresista, abierto y respetuoso con esa pluralidad social que se pretende permanentemente ocultar.
La consecución de una diputada en Madrid en las pasadas elecciones de marzo de 2004, en la persona de Uxue Barkos, fue consecuencia de la voluntad por hacer visible esa realidad plural de Navarra, y que representamos tanto los partidos que formamos Nafarroa Bai como la propia IU o Batasuna. Es una cuestión de valor, compromiso y cintura política que, desde luego, en Eusko Alkartasuna estamos más que dispuestos a asumir, como ya hemos demostrado a lo largo de toda nuestra trayectoria en Navarra.
Navarra necesita un gobierno capaz de reencauzar la situación, que suponga un cambio real en los planteamientos y actitudes. Sin embargo, la postura que ha defendido el secretario general del PSN estos días sólo contribuye a reforzar aún más a UPN y CDN, hoy con mayoría absoluta en el Parlamento de Navarra, y que esta semana ya han anunciado su decisión de seguir colaborando tras el 2007.
Influir no basta. La cuestión no está en influir en un gobierno sino en ser su alternativa, y no caer en el chantaje dialéctico que permanentemente utiliza la derecha para perpetuarse en el poder. El nacionalismo vasco que representa Eusko Alkartasuna, partido de mayor representación institucional hoy en Navarra, ha sido siempre leal al desarrollo de nuestro autogobierno y nuestro bienestar, y muy activo en la exigencia de respeto a los derechos que nos corresponden como navarros. Y así seguirá siendo. Caer en la trampa del discurso del miedo a la amenaza nacionalista es cerrar las puertas a cualquier perspectiva de cambio, y UPN lo sabe bien.
Debemos hacer una apuesta valiente, con coraje y si n prejuicios ni dependencias que únicamente alimentan y fortalecen a la propia derecha. Plegarse a sus tácticas de manipulación nunca es una opción de alternativa sino de inmovilismo. Así ha sido durante muchos años, en que se ha hecho de Navarra una cuestión de Estado en vez de una cuestión de los navarros y navarras.
Pero para avanzar primero debemos desbrozar el camino hacia ese cambio real, paso a paso. Y para ello es imprescindible un desmarque del PSN de la estrategia de UPN, que haga irreversible las expectativas del cambio para el 2007. Porque si no difícilmente resultará creíble esa posibilidad, e ilusionar a esa gran masa de navarros y navarras que aspiran a una gestión distinta. Nosotros estamos por la labor de aprovechar esa ilusión política y social generada por NaBai para impulsar un nuevo gobierno en Navarra. Porque Navarra se lo merece, lo necesita, y lo podemos hacer. Es cuestión de determinación y de vencer complejos.
Para Eusko Alkartasuna el rumbo es claro. Estamos dispuestos a sumar fuerzas y esfuerzos y hacemos la apuesta desde este momento, sin renuncias ideológicas, pero con la firme voluntad de trabajar por una Navarra más integrada en lo social, lo político y lo cultural, más vertebrada territorialmente, y sobre todo, más avanzada. Quedar descolgados de la dinámica de cambios en el resto del Estado es perder una oportunidad que no se ha dado en mucho tiempo. Es el momento, podemos y debemos hacerlo.
Fuente: Maiorga Ramirez