Tontxu Campos, Diputado de Promoción Económica de Bizkaia por Eusko Alkartasuna El Siglo XX ha supuesto numerosos cambios en
el mundo empresarial, en particular, y en toda nuestra sociedad, en general.
Uno de los cambios más importantes ha sido la paulatina incorporación
de la mujer a la empresa, ya sea como asalariada –que, aunque las tasas
de actividad todavía manifiestan una notable distancia respecto de las
masculinas (65 por ciento, frente a 42,6 por ciento), ahí están
las contínuas reducciones de las cifras del desempleo en los últimos
años, que sitúan el mismo, en nuestra comunidad autónoma,
en un 15,2 por ciento frente al 6,2 por ciento masculino en 2.001 (PARA, EUSTAT)-
directiva o empresaria, recuperando un espacio que tradicionalmente se había
reservado al hombre excepto para tareas menos cualificadas.
El tema, sin embargo, no puede ni debe reducirse
a una mera cuestión numérica. No se trata de ver cuál es
la relación hombre-mujer para trasladar miméticamente un determinado
ratio a la vida empresarial, cultural, deportiva…La discusión, a mi
modo de ver, debe ser otra. La pregunta que debe hacerse esta sociedad es quién
está en condiciones de hacer qué cosa, quién tiene las
aptitudes y actitudes para determinar un determinado puesto o tarea, independientemente
del sexo o cualquiera de las otras características que nos definen a
cada uno como persona. Este es el quid de la cuestión, somos personas
y debemos tener la oportunidad de demostrar nuestras habilidades y de alcanzar
nuestros sueños como tales.
Este es, también, el reto al que nos enfrentamos
como sociedad en el siglo XXI: construir un sistema que ofrezca igualdad de
oportunidades a todos sus miembros.
En los albores de la Revolución Industrial,
la empresa consideró al ser humano como mera fuerza motriz. Poco a poco
se fue descubriendo que, además, los seres humanos también teníamos
corazón. Ahora, tenemos muy claro que, además el ser humano tiene
cabeza. El siglo XXI será el siglo del conocimiento y, por tanto, el
siglo de las personas.
No sé si este siglo que comenzamos el
siglo de la mujer, algunas personas así lo reivindican, pero a mí
me bastaría con que fuera el siglo en el que los hombres y mujeres seamos
capaces de diseñar una sociedad más justa, progresista y solidaria,
que valore a las personas como tales y que facilite a las parejas su desarrollo
profesional y su vida familiar.
Porque si eso que llamamos progreso no nos ayuda
a reducir las desigualdades sociales, no podremos afirmar nunca que estamos
construyendo una sociedad más justa y solidaria. Este es el desafío
al que nos enfrentamos y al que debemos destinar nuestros esfuerzos más
eficaces.

Fuente: Eusko Alkartasuna