Escocia vive un momento histórico. Europa vive un momento histórico. Y una parte importante de la ciudadanía vasca también está disfrutando de este momento.
La ciudadanía escocesa ha ejercido un derecho básico y, sobre todo, democrático. Ha decidido su futuro. Desarrollar un proceso por el que son los ciudadanos y ciudadanas quienes deciden cómo y bajo qué bandera quieren ser gobernados, hacer que la decisión orbite en torno a un eje de voluntad popular, es un ejercicio de pura democracia que evidencia una sociedad madura y normalizada. Una situación a la que también aspira Euskal Herria.
Por ello, no podemos menos que felicitar a la ciudadanía escocesa por aprovechar esta oportunidad para decidir su futuro. No vamos a intentar ocultar que nuestra alma abertzale está con el YES, pero el sentimiento democrático nos dice que lo importante es el proceso y la votación. El proceso, magníficamente liderado por nuestros compañeros del SNP en la Alianza Libre Europea, en el que la sociedad escocesa han conocido con todo lujo de detalles en qué consiste la independencia, cómo afectará a todos los ámbitos de la vida diaria, desde a la fiscalidad hasta a la creación artística. Y la votación, el máximo ejercicio de democracia.
Los datos dicen que el 97% de la ciudadanía escocesa se ha registrado para votar y que han votado muchas personas que no lo habían hecho nunca. Es decir, ya se están gobernando a sí mismos. Por eso, y aun en Edimburgo a la espera de los resultados finales que se han conocido esta madrugada, podemos decir que la realidad es que la sociedad escocesa ya ha elegido su futuro, han expresado su voluntad, por lo que, independientes o inmersos en un proceso “devo-max”, Escocia ya ha ganado.
El ejercicio del derecho a decidir es la prueba del algodón de la calidad democrática de un sistema político. Y la experiencia escocesa confirma que un proceso soberanista tiene cabida y razón de ser en Europa, lo cual tampoco es que estuviera en duda porque en la Unión Europea hay hasta 8 estados que no existían como tales en 1985. Es decir, no hay ningún problema legal objetivo para impedir que una nación ejerza el derecho a decidir, es, como siempre ha sostenido Eusko Alkartasuna, un problema de voluntad política. De calidad democrática, más exactamente.
Escocia ha hecho que los ojos de todos los estados del mundo occidental miren con atención a los procesos soberanistas europeos. Y cuando miran hacia Euskal Herria o hacia Catalunya, ven lo mismo que en Escocia: la demanda social mayoritaria de ejercer el derecho a decidir. Cuando miran a Madrid no ven lo mismo que en Londres, ven un sistema que hace oídos sordos a las demandas mayoritarias de la sociedad y que, por tanto, sólo puede ser calificado como antidemocrático.
Hoy, el día después del referéndum de Escocia, tenemos más claro que nunca que Euskal Herria desarrollará su propio camino hacia la plena soberanía, basado en la voluntad ciudadana que deberá ser respetada tanto por el Estado español como por el francés. El caso escocés propicia en el caso vasco la siguiente realidad: la ciudadanía escocesa ha decidido su futuro y la sociedad vasca también lo hará.