ANJELES IZTUETA AZKUE/CONSEJERA DE EDUCACIÓN, UNIVERSIDADES E INVESTIGACIÓN
La Escuela Pública Vasca siempre es referente por el esfuerzo y la enorme tarea que desempeñan quienes día a día revalidan su calidad y el espíritu de mejora continua. En una realidad tan cambiante y competitiva, a la escuela pública se le demanda un servicio que responda a las expectativas sociales y que forme personas activas y responsables. Para responder a esta necesidad y como parte consustancial de su naturaleza y razón de ser, la Escuela Pública Vasca vive inmersa en permanentes procesos de calidad y de innovación que afectan a los contenidos educativos, a la preparación del profesorado y a la gestión de los centros. En todos estos campos y de cara al futuro, ha de seguir profundizando, tiene desafíos y metas que debemos encarar con valentía y realismo, desde la ilusión por el trabajo bien hecho, la colaboración, la confianza mutua y algo que se requiere en todos los ordenes de la vida: un espíritu positivo y constructivo.

Hoy por hoy, calidad en educación significa eficacia y eficiencia a la hora de atajar el fracaso escolar, de evitar una educación en serie; significa trabajar la voluntad y la responsabilidad en el alumnado, buscar su motivación, la excelencia desde la igualdad de oportunidades y la equidad. Pero calidad también significa mejorar la gestión de los centros y desarrollar una nueva cultura de evaluación para avanzar y corregir insuficiencias.

La Escuela Pública Vasca, para transmitir eficazmente conocimientos, habilidades y destrezas tiene crecientes y complejas exigencias que requieren más libertad y autonomía, más margen para decidir cómo actuar, cómo funcionar; disponer de medios adecuados y evaluar todos los procesos que se desarrollan en el centro. Para ser eficaz, necesita para sí los mismos valores que enseña y predica en sus aulas. Porque no debemos olvidar que nuestra Escuela Pública Vasca es la escuela de la diversidad, la de la motivación, del esfuerzo y el compromiso con un proyecto formativo que permita a nuestros jóvenes descubrir y ejercitar sus capacidades, atreverse a ser críticos, autónomos y creativos, defender el valor de la afectividad y la necesidad de un mayor compromiso con el devenir propio y colectivo. Sin ciudadanos responsables las sociedades no funcionan, y responsabilidad implica reciprocidad, convencimiento de que vivimos en un mundo común en el que hay intereses compartidos.

El sistema educativo vasco, en general, y la escuela pública, en particular, han alcanzado un grado de madurez y desarrollo muy importante. En líneas de trabajo y objetivos vamos en la misma dirección que los mejores y más avanzados países de Europa, en cuanto a equidad y buenos resultados. En el País Vasco, además de tener una educación progresista e innovadora, desarrollamos y reivindicamos con compromisos nuestra propia identidad como viejo pueblo, nuestra historia, nuestras costumbres, nuestro idioma, el euskera, y lo hacemos comprendiendo la personalidad de los demás, valorando la diversidad como una riqueza que nos complementa y nos hace mejores personas.

Para hacer todo esto, nuestros centros necesitan ser dueños de su historia y de su gestión, redefinir la función directiva, disponer de instrumentos de gestión, abrirse al entorno en el que están ubicados propiciando un mayor uso social de los centros. El objetivo de una mayor autonomía de centros tiene que estar entre nuestras metas y necesidades a medio plazo.

Autonomía de centros significa desarrollar una cultura de autodiagnóstico y evaluación, de rendición de resultados a la sociedad, creando un clima de trabajo y gestión de la convivencia en el centro. Significa una cada vez mayor implicación de las familias en los procesos de aprendizaje de sus hijos, orientando la actividad del centro educativo en función del alumnado y las familias; significa un liderazgo en la toma de decisiones y gestión que armonice los intereses de los docentes con los objetivos de la institución escolar y las expectativas sociales de las familias.

Calidad, innovación, mayores cotas de autonomía, nuevos modelos e instrumentos de gestión sin olvidar que el objetivo final son los adultos del mañana que salen del alumnado que llena nuestras aulas. Calidad, innovación, responsabilidad y mayores cotas de autonomía sin cerrarse en uno mismo, todo lo contrario: las innovaciones y mejoras de unos centros son pistas para iniciativas similares en otros. Hay que crear redes, redes de centros que, al margen de la titularidad, colaboren, se entiendan y participen en proyectos conjuntos.

La coordinación entre centros autónomos, desde planteamientos territoriales o de concordancia de proyectos, constituye un medio de enriquecimiento para todos y cada uno de ellos. En la sociedad de la información y de la comunicación y desde la autonomía de cada centro, por encima de su pertenencia a una u otra red, deben establecerse redes entre ellos para intercambios de experiencias, recursos, materiales curriculares, proyectos de formación e innovación. La autonomía y la participación se desarrollan ejercitándolas desde el convencimiento de que ambas son condición necesaria para que nuestros centros respondan a las necesidades del alumnado y a las aspiraciones de la comunidad escolar.

Debemos asumir una nueva cultura en relación con la autonomía y la evaluación impulsando la participación y corresponsabilidad de toda la comunidad escolar en la vida y decisiones de los centros. Este es un camino en el que todos tenemos mucho que aprender y si queremos avanzar tendremos que recorrerlo juntos y desde la confianza mutua.

La educación es una tarea colectiva en la que familias, el profesorado y las administraciones debemos emplearnos con energía, tenacidad e ilusión, sintiendo que día a día construimos un sistema educativo vasco al servicio de la sociedad que educa en valores democráticos, en el respeto a los derechos humanos y que lo hace desde la participación, la corresponsabilidad y la descentralización.

Fuente: Anjeles Iztueta