Últimamente se detecta en el ambiente de la política vasca cierto temor a realizar preguntas. La Ley aprobada por el Parlamento Vasco para la celebración de la Consulta tan sólo pretende trasladar a la sociedad dos cuestiones: qué opinan sobre el fin dialogado de la violencia y, qué opinan sobre el derecho a decidir su futuro del pueblo vasco. El rechazo tan virulento del PP y del PSOE a la realización de la misma obliga a hacerse esta pregunta. ¿A qué tienen miedo?
Por un lado, la pregunta sobre el fin dialogado de la violencia tiene muchos argumentos para ser realizada. Los desatinados comunicados de ETA siempre tienen el pretencioso gesto de hablar en nombre “del pueblo vasco”. Es obvio que no representan al mismo, y que la inmensa mayoría de la sociedad los rechaza y los condena. Pero, una consulta en la que, por ejemplo, más del 90% abogara por la disolución de la misma y por el comienzo de un proceso de diálogo, cortaría por lo sano uno de los macabros argumentos que utiliza constantemente el terrorismo. Nada perdemos y sí mucho lo que podemos ganar. Entonces, ¿Por qué ese bloqueo a la Consulta?
Por otro lado, la Consulta plantea el “derecho a decidir” del Pueblo Vasco. En este sentido, la Sentencia del Tribunal Constitucional declarando inconstitucional la Consulta propuesta para el próximo 25 de octubre tiene el aspecto positivo de despejar muchas dudas sobre los límites que nos ofrece el Estado español. Según la propia Sentencia la Ley de Consulta “presupone la existencia de un sujeto, el Pueblo Vasco, titular de un derecho a decidir susceptible de ser ejercitado, equivalente al titular de la soberanía, el Pueblo Español, y capaz de negociar con el Estado constituido por la Nación española los términos de una nueva relación entre éste y una de las Comunidades Autónomas en las que se organiza. La identificación de un sujeto institucional dotado de tales cualidades y competencias resulta, sin embargo, imposible sin una reforma previa de la Constitución vigente”.
Sorprende que el Constitucional haya ido tan lejos, cuando no tenía porqué hacerlo. Hubiera bastado declarar la nulidad de la Ley de Consulta utilizando exclusivamente argumentos competenciales. Sin embargo, va mucho más allá. No somos titulares de ningún derecho como pueblo, y, por ende, carecemos de la capacidad de ejercer el derecho a decidir. En otras palabras, carecemos de soberanía como pueblo. La clave del todo el problema, nacionalismo español versus nacionalismo vasco. En resumen, idéntico debate que venimos teniendo en este país desde hace más de un siglo.
El Tribunal recoge a pie juntillas los argumentos del Abogado del Estado, es decir, del Gobierno de Zapatero. Resulta sorprendente que el PSOE utilice estos argumentos cuando “de boquilla” siempre ha defendido que sin violencia todas las posturas son legítimas. La negación del derecho a decidir unido al pánico a que la sociedad vasca se decante mayoritariamente por la misma hace que el PSE de Patxi López se convierta en un partido sin ninguna alternativa para solucionar el problema histórico que vivimos en este país. Es más, en este caso sus argumentos coinciden absolutamente con los del PP.
La Consulta, a pesar de que no se vaya a celebrar este año, ha traído consigo algo tremendamente positivo: el debate sobre el derecho a decidir y sobre el derecho a la autodeterminación. Seguramente no estamos sino en la primera fase de un proceso que medio plazo traerá consigo el reconocimiento de este derecho. Las condiciones que debe reunir ese proceso son varias. Por un lado, la unidad de acción de todos aquellos que consideramos que somos un pueblo soberano. Por otro lado, jamás podremos avanzar mientras perdure una situación de violencia. El terrorismo debe desaparecer, porque sino se hará imposible cumplir otra condición como es atraer solidaridad internacional. Con una mayoría social pacífica que defiende el derecho a decidir, sería muy complicado para el Estado español continuar la senda de la negación constante. Eslovenia, Montenegro o, actualmente el modelo escocés, deben servirnos de referencia. No obstante, no debemos obcecarnos con modelos externos. Debemos crear nuestro propio modelo, desde una postura realista y pragmática lejos de los maximalismos inflexibles que tanto nos gustan.
La Sentencia del Tribunal Constitucional deja muy claras las posturas de las partes. Ninguna nación ha tenido un fácil recorrido hacia el reconocimiento de su soberanía. La historia es caprichosa y nos enseña que hay pueblos que han sabido aprovechar su momento. Valga como ejemplo la década de los 90 en Europa. Además, algo bueno debe tener la independencia, cuando no existe ningún ejemplo de un Estado que voluntariamente haya renunciado a su independencia, luego, algo bueno tendrá lo de ser independiente. Seamos inteligentes, pacientes y perseverantes. De momento hemos aprendido algo. En Madrid tienen pánico a que la sociedad vasca exprese su opinión ya que padecen de esa enfermedad contagiosa que se llama “galderafobia”.