Lohitzune Txarola, militante de EA y presidenta de las Juntas Generales de Gipuzkoa, analiza en el siguiente artículo de opinión la viabilidad de la independencia en Europa a partir del caso escocés.
El Primer Ministro de Escocia, Alex Salmond, ha comenzado el año manteniendo la promesa sobre el futuro de una Escocia independiente y parafraseando el verso del poeta Hugh McDiarmid:
Seguimos creyendo en Escocia,
Pues si el presente es de ellos, el pasado y el futuro es nuestro.
Hagamos un poco de memoria y recordemos el cambio político que trajo mayo de 2011 a Euskadi. Bildu cosechó unas mayorías nunca antes vistas en los pueblos, ciudades y Juntas Generales de Gipuzkoa, lo que llevó a un necesario replanteamiento político. Pero Euskadi no fue la única nación que estrenaba nuevo escenario político. En Escocia también, el Scottish National Party contó el mayor número de votos que ha conseguido en su historia. En la anterior legislatura, el SNP obtuvo buenos resultados, pero no pudo más que construir un gobierno en minoría, ya que la ley electoral británica tiene mecanismos que hace casi imposible lograr un gobierno unipartidista. Así, el referéndum proclamado tantas veces durante la campaña electoral quedó en agua de borrajas, al ser retirada la propuesta por los demás partidos del Parlamento escocés.
En ese mayo transformador del 2011 no solo en nuestro país, sino también en Caledonia, sopló fuerte el viento a favor de la independencia, y esta vez sí, los nacionalistas escoceses lograron la mayoría absoluta. Y a ello ayudaron tres puntos clarificantes de su programa electoral:
1. Que para el 2020, el 100% de la electricidad consumida en Escocia provenga de energías renovables.
2. Promover normas y leyes para que un referéndum sobre la independencia pueda celebrarse con total legitimidad.
3. Que las tasas de las matriculas en las Universidades sean gratuitas para estudiantes escoceses.
Estos tres puntos dejan muy claro el tipo de sociedad que han elegido los votantes en Escocia; basada en la educación, productora de energía renovable, respetuosa con el medio ambiente, y sobre todo, independiente. Los escoceses saben lo que quieren y cómo lo quieren. Durante años lo han sabido, y ahora también quieren seguir construyendo su país, sin tener que acatar órdenes de nadie.
Las vascas y vascos también sabíamos qué Euskal Herria queríamos construir, y esa voluntad quedó palpable en las calles y en las instituciones. Hemos empezado a hacer otro tipo de política; con nuestra visión, marcando nuestros objetivos, aprovechando nuestros puntos fuertes y reforzando los débiles. Todo ello, para que nuestro mensaje llegue sin interferencias a toda la sociedad vasca, así como a Francia y a España, y como no, también al ámbito internacional: que nuestro futuro lo queremos decidir nosotras y nosotros, que sabemos hacerlo y que tenemos voluntad para ello.
Volviendo al país del Whisky y de las faldas de tartán, lo que más les urge ahora es tener las competencias necesarias para gestionar su futuro, y para ello tienen que hacer cambios en el presente. Ante todo y sobre todo, es primordial obtener una autonomía fiscal plena, ya que sino, es imposible invertir en su desarrollo. Hoy por hoy, el parlamento de Westminster está estudiando la denominada “Scotland Bill”, propuesta que transferiría algunas competencias económicas desde Londres a Edimburgo. Poniendo dichas competencias en cifras, el gobierno de Escocia controlaría 12 mil millones de libras esterlinas, o dicho de otra manera, un tercio de lo que Escocia recauda de sus impuestos. El SNP no ha entrado nunca al trapo de esta discusión, ya que según ellos, con la “calderilla” del bolsillo de Westminster no se puede avanzar. En otras palabras, Escocia está hablando alto y claro sobre INDEPENDENCIA. Y escribo independencia en mayúscula, porque en ese pueblo están orgullosos de lo que son; sin miedo, sin vergüenza y sin reparos. INDEPENDENDIENTES. Está claro que para conseguirlo queda mucho camino por recorrer, no se puede lograr de un día para otro, pero lo que no quieren es alejarse ni un pasito de ese sendero.
Y parece que han encontrado un compañero de camino; nada más y nada menos que David Cameron, el primer ministro británico. El señor Cameron ha declarado que si bien la carta Magna británica no concede al parlamento escocés la competencia de convocar referendos (y he aquí el quid de la cuestión), si la mayoría de los escoceses y escocesas opta por la independencia, a Westeminster no le quedaría más que respetar la decisión de ese pueblo. Esto es, que aparte de reconocer a Escocia como nación, reconoce también el derecho de autodeterminación del pueblo escocés. Así, se da por hecho que no es un problema constitucional, sino de talante y voluntad política. Con esto no pensemos que el Premier británico es un trozo de pan, y de hecho ya a puesto sus condiciones encima de la mesa; que el referéndum se celebre en los próximos 18 meses, y que contenga una sola pregunta: independencia sí o independencia no.
Salmond responde al órdago diciendo que la fecha será en otoño del 2014, y que se necesita tiempo para pensar en el tipo de preguntas que se harán, bla, bla, bla… Asistiremos de seguro a un largo debate, pero es un debate, y sobre independencia. Y ante ello me quito el sombrero, mirando con pena hacia Paris y Madrid, capitales de dos estados que han perdido el sentido propio de este tipo de democracia. Y yo me pregunto; ¿cuándo perderemos aquí el miedo a hablar sobre independencia sin ninguna vergüenza? ¿Cuándo plantearemos las cosas de una manera tan clara? En principio, tenemos muchos más poderes en nuestro haber que los amigos escoceses, empezando por una autonomía fiscal plena. Lo que nos falta, en cambio, es creer un poco más en nuestro país, y por supuesto, la voluntad de agarrar este toro por los cuernos.
Soy consciente que hay gente a la que la idea de una Euskal Herria independiente no le atrae, pero sí en cambio los valores que han llevado a Bildu a gobernar muchos ayuntamientos y las Juntas Generales de Gipuzkoa; la unión de fuerzas políticas, el derecho de autodeterminación, la igualdad, el progreso y la justicia social. Y tanto aquí como en Escocia o Gran Bretaña, la mayoría entiende que cualquier nación tiene el derecho de ser dueña de su futuro. Parece, por el contrario, que en Francia y España todavía hay personas que no se han dado cuenta de ello. Habrá que recordarles, pues, que bien si el presente es de ellos, el pasado y el futuro es nuestro.
Fuente: LOHITZUNE TXAROLA