La parlamentaria de EA Nekane Altzelai hace un descanso en sus vacaciones para disertar sobre la igualdad entre hombres y mujeres, un tema que, como representante parlamentaria en la dirección de Emakunde e integrante de la comisión Mujer y Juventud, conoce de cerca
Invitada por este periódico para proseguir con el debate abierto por el especial Mujer de hace una semana, Altzelai recalca que la violencia de género es el principal problema que hay que erradicar en la lucha por la igualdad.
Cada vez hay más entes institucionales que llevan el apellido de Igualdad o Mujer. ¿Esta preocupación tiene su reflejo en la sociedad?
Surgen por necesidad, porque, pese a la existencia de leyes que obligan a que exista la igualdad entre hombres y mujeres en derechos y oportunidades, la realidad es totalmente diferente y en la vida diaria se evidencian las desigualdades. La más destacable es el maltrato.
¿Están teniendo estas políticas efectos importantes en la sociedad?
Se están dando pasos importantes. Por ejemplo, hace años sería impensable que hubiera un grupo de hombres que reivindicara el derecho de las mujeres y hoy en día existe, ahí está Gizonduz (el primer programa de igualdad para hombres de todo el Estado). Sin embargo, todavía hay unos márgenes de injusticias que hay que superar.
Gizonduz es una iniciativa de Emakunde relativamente nueva (noviembre de 2007) pero que resalta la importancia de que los hombres lideren también esta lucha. ¿Con qué objetivo?
Una sociedad equitativa beneficia tanto al hombre como a la mujer. En la lucha por una sociedad más justa también se debe implicar al hombre. Cuantos más se sumen, más fácil será también nuestro trabajo.
¿Las nuevas generaciones de mujeres se han desentendido de la lucha emprendida hace más de 20 años por sus antecesoras?
Tengo mis dudas. En el ámbito de la mujer, pero también en otros, decimos que los jóvenes no se implican tanto en las reivindicaciones sociales. En el caso que nos atañe, esperaría a ver qué hacen dentro de unos años estas generaciones, porque si las cosas siguen como hasta ahora… A mí más me preocupa que los chicos de hoy en día se habitúen o consideren normal tratar a una mujer como si fuera algo de rango inferior.
Quizá el caso más extremo que hemos vivido en este sentido sea el de Nagore Laffage.
Eso es. Pero también es preocupante que se normalicen cosas tan nimias como que los niños sigan diciendo que las niñas no pueden jugar al fútbol.
¿Falla entonces el mensaje o no llega a quien tiene que llegar?
Son, entre comillas, costumbres muy arraigadas que cuesta suprimir. No es tanto que no llegue el mensaje, sino que todavía hay que seguir trabajando y no callar ante las injusticias.
En su experiencia profesional en el ámbito político y social, ¿se ha encontrado con dificultades derivadas de su condición de género?
Sufrir directamente discriminación no, pero a veces he sentido, como otras compañeras de otros partidos, que implícitamente nos hemos visto obligadas a demostrar más o a tener que trabajar más para conseguir ese reconocimiento que un compañero nuestro logra más fácilmente. Cuando reivindicamos la igualdad de género, se tergiversa el debate intencionadamente, como suele ocurrir con las cuotas. Y ahí tienes que demostrar que no estás en un puesto por cumplir una cuota, sino porque realmente vales. Las cuotas son necesarias porque, si no, nuestra presencia sería menor.
¿Cuál es el principal reto que debe afrontar la mujer hoy en día?
Acabar con la violencia de género, porque atacar a una mujer va en contra de los derechos humanos, no tiene justificación y no puede tener amparo social. Superado eso y cuando se consiga que los hombres consideren a la mujer como un igual, todo lo demás vendrá detrás.
Enlace: Entrevista de Ana Úrsula Soto en Deia
Fuente: Deia