Llega el verano, y como siempre, nuestras playas se llenan de gente; bañistas, turistas, veraneantes y demás parientes. Sí, este año también, aunque el coronavirus siga entre nosotros.
Y un verano más, cada municipio de la costa gipuzkoarra tendrá que pagar a escote la habilitación de unas playas para disfrute de todos los anteriormente citados; socorristas, recogida de basura, duchas y aseos, limpieza de playas…
Siendo las playas espacios naturales abiertos a todo el mundo, un bien ambiental y patrimonio de todo el territorio, no entendemos cómo solamente los vecinos y vecinas de los pueblos costeros de Gipuzkoa pagan el servicio de playa de vascos y visitantes. ¡Ojo! Este último comentario no va desde una visión tacaña, sino todo lo contrario. Creemos que los gastos que supone mantener unas playas con servicios abiertos y para todas, deberíamos pagarlo entre todas..
Los ayuntamientos costeros se ven ahogados; y no por sus playas, sino por las imposiciones presupuestarias que supone cargar con estos servicios sin recibir las ayudas necesarias. Los y las alcaldesas desde Hondarribi hasta Mutriku demandan una gestión aunada e integral de los servicios de playas, tal y como actualmente viene haciendo la Diputación de Bizkaia. Ante esta situación, la institución Foral de Gipuzkoa – con Olano a la cabeza-hace como que esta ola no va con él, y ningunea las demandas de los alcaldes de la zona.
Por poner un ejemplo, ¿es razonable que en un municipio pequeño como Getaria, el 3,6% del presupuesto anual tenga que ir destinado solo a la licitación, por tres meses, del servicio de socorrismo de playas? ¿Es ético que aquellos visitantes que vayan a un arenal a hacer un uso de ocio no fomenten el desarrollo económico local? Las playas de Gipuzkoa son un bien natural, así como una oportunidad de ocio y disfrute del tiempo libre, cuyo uso va mucho más allá del que puedan realizar los vecinos y vecinas que sostienen dichos servicios..
La lógica y la costumbre “comunal” nos lleva a entender que todos deberíamos aportar a que los arenales y sus aguas estén en perfecto estado cuando queramos hacer uso de ellas, pues si todas podemos gozarlas, todas tenemos que cuidarlas. Las localidades de la costa no pueden ser las únicas en cargar con estos gastos. Pero no solo de pagar se trata; también de ordenar, unificar y mancomunar la gestión de los servicios playeros. Como tenemos basozainas en los bosques forales, por qué no hondartzainas? Como tenemos Ertzainas en toda la CAV, por qué no Urtzainas? Entendemos que para una gestión integral de los servicios de las playas es indispensable que un órgano de orden superior a los municipios- incluso a las provincias- ofrezca unos principios de funcionamiento básicos.
Bien, llegados a este punto, una vez más surge el debate: ¿realmente necesitamos unas Diputaciones incapaces de dar respuesta a las necesidades de sus municipios? ¿Cuál es la función de una institución cuyo objetivo final es dilapidar dinero público pero no ofrecer servicios ni asumir las funciones que le son propias? ¿Si no es la Diputación, qué institución debe encargarse de marcar las pautas generales, coordinación y asunción de gastos de las playas de Gipuzkoa- o de Euskadi? Y aquí nos encontramos con el melón de la Ley de Territorios Históricos; un melón podrido porque nadie ha querido abrirlo desde 1983.
Después de este baño de preguntas, volvemos al txiringito. Pedimos algo sencillo, que ya se viene haciendo en otros ámbitos como el de los bosques y montes, repetimos: centralizar la gestión de las playas y que la Diputación de Gipuzkoa asuma los gastos – tal y como lo hacen en Bizkaia-, y que mientras materialice esta decisión, encuentre una fórmula de subvencionar a los ayuntamientos afectados.
Nuestras playas son un tesoro medioambiental, un lugar de encuentro y disfrute social, y además nuestro espejo turístico. Ofrezcamos unos servicios de calidad, con garantías, planificación y coordinación entre municipios. Estamos hablando de uno de los bienes más preciados de nuestro territorio, amémoslo, cuidémoslo, y que sea entre todos y todas.