Conferencia de Joseba Azkarraga en Santo Domingo (República Dominicana) el 12 de julio Quiero comenzar este encuentro con un agradecimiento sincero a todos ustedes. Su presencia en este acto constituye para mi una prueba de que existe interés por conocer, de primera mano, las circunstancias del esperanzador momento político que vivimos hoy los vascos en nuestro País.

Además, la oportunidad de estrechar los sólidos vínculos de amistad que unen al Pueblo Vasco con la República Dominicana es siempre un motivo de satisfacción.

Mi presencia aquí, en la República Dominicana quiere confirmar esa apuesta, en un momento que considero realmente importante por su especial significado para un futuro de paz y convivencia en nuestro Pueblo.

Estoy seguro de que ustedes conocen que algo nuevo e importante sucede ahora en el País Vasco, después de que nuestra vida se haya visto empañada durante muchos años por una terrible y cruel violencia y por un problema político pendiente de resolución. Hoy tenemos la firme esperanza en que en la nueva etapa que comenzamos lograremos enfocar la solución de esos dos problemas: paz y normalización política.

El pasado 22 de marzo, la organización armada terrorista ETA declaró un alto el fuego permanente. Este anuncio supuso la culminación de una etapa marcada por la decisión de la mayoría de las fuerzas políticas vascas de respaldar un proceso de final dialogado de la violencia. Llegar al 22 de marzo fue posible gracias a la inquebrantable voluntad ciudadana de poner fin a la violencia y a un intenso y discreto trabajo de meses y años en pos de un futuro de esperanza.

Hace apenas unos días, el pasado 29 de junio, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero anunció el inicio del diálogo con la organización ETA. Sus palabras confirmaron la voluntad de afrontar la oportunidad que hoy existe. Además, admitió la existencia de un problema político que esta pendiente de solución. Todo ello supone un notable avance, pero también el comienzo de un camino de recorrido complicado y en el que surgirán problemas y dificultades.

Algunos de estos problemas ya son evidentes. Y me refiero en concreto a la continua interferencia judicial en la acción política con la previsible intención, no solo de controlarla sino de frustrar el camino hacia la paz.

Se que les puede parecer extraño, pero hemos asistido a un hecho tan insólito en democracia como el que supone que un Tribunal haya admitido tramitar una querella contra el presidente del Gobierno Vasco por el que se supone gravísimo delito de hablar con todas las fuerzas políticas en un intento de avanzar hacia la paz.

Se trata de una intolerable intervención judicial que afecta a derechos fundamentales y en la que se advierte la mano del principal partido de la oposición en España, el PP. Preciso que este partido perdió, en las últimas elecciones, el Gobierno en España, pero se ha cobijado en algunas instancias judiciales (Consejo General del Poder Judicial y Audiencia Nacional), desde donde está intentado dificultar un proceso real de paz.

Yo, particularmente, considero que lo que distingue a la democracia es precisamente el respeto a los derechos fundamentales, a la libertad y al pluralismo. Y en mi opinión, hoy, con este tipo de actuaciones, se están vulnerando algunos de esos derechos básicos como los de reunión, asociación y expresión.

Además, estoy convencido de que engañan a los ciudadanos quienes todavía hoy defienden la viabilidad de una solución policial a un problema político, como lo es el conflicto vasco. Ni la policía, ni los tribunales pueden ofrecer salidas políticas, que son las únicas que posibilitarán el final definitivo de la violencia.

No hay más que mirar al mundo y observar cómo se han ido abordando los problemas atravesados por la violencia –el último es el caso de Irlanda- para concluir que la política es de vital importancia. Se debe actuar con inteligencia, apertura y flexibilidad ante situaciones complejas. Y considero fundamental que en un momento delicado como lo es éste, se deben dar pasos que sirvan para afianzar el camino hacia el final de la violencia.

VOLUNTAD DE PAZ

Esta presentación inicial sobre el estado de las cosas me permite una reflexión. Siempre he entendido que no es posible mantener barreras artificiales contra la voluntad democrática de los pueblos. Esta voluntad, al final, se hace presente cuando se trabaja para ello. Por ello, yo ahora, en mi intervención, quiero trasladarles la mayoritaria voluntad de paz de los ciudadanos vascos.

A pesar de que hemos vivido antes muchas decepciones, soy de los convencidos de que hoy la paz es posible. Es tiempo de paz en el País Vasco. Quiero decirles que esa expectativa real para lo que llamo constructivo optimismo, no es fruto del azar. Se ha realizado un gran esfuerzo para llegar al momento que hoy vivimos y ha existido capacidad de iniciativa política por parte del Gobierno Vasco, que ya en el año 2001 puso en marcha un nuevo proyecto para la convivencia.

Porque lo cierto, en mi opinión, es que si hay que poner un punto de partida a la situación que hoy vivimos nos tendremos que remitir a la Propuesta de Nuevo Estatuto Político, aprobada, tras meses de debate, por el Parlamento Vasco en diciembre de 2004.

Esa Propuesta abrió un debate y unas expectativas desconocidas tanto en la política vasca como en la española. Primero, porque tuvo un efecto importante en los sectores del nacionalismo vasco que en 1979 no aceptaron el Estatuto de Autonomía actual y que, sin embargo, ahora entendieron que un nuevo pacto con el Estado, que parta de reconocer a los vascos su derecho a decidir, puede generar un escenario democrático nuevo.

Por lo que afecta a la situación de España, se hizo también evidente que un Estado que se reconoce plurinacional no puede negarse a aceptar las realidades nacionales que conviven en su seno. De ahí que, la propuesta política que aprobó el Parlamento Vasco en 2004 puso las bases por las que van a discurrir los acontecimientos de los próximos meses.

DOS PROBLEMAS Y UNA CLAVE: EL DIÁLOGO

El Gobierno del que formo parte tiene muy claro que además de a un problema de violencia, nos enfrentamos a un problema político que exige soluciones políticas.

Y hay sectores que no lo quieren aceptar porque observan el problema vasco como un exclusivo problema de terrorismo al que niegan toda raíz política.

Sin embargo, las fuerzas políticas que conformamo el Gobierno Vasco consideramos que hay que distinguir con nitidez los dos problemas a los que nos enfrentamos: el de la violencia por un lado y el que se deriva del no reconocimiento por parte del Estado español de los derechos nacionales del Pueblo Vasco, por el otro.

Defendemos, igualmente, que el diálogo, la negociación y el pacto eran y son los ejes para renovar el modelo de relación entre el País Vasco y España. Y que la consulta a los ciudadanos constituye la única vía democrática para consolidarlo.

LA PAZ, EL RETO MÁS AMBICIOSO

El Gobierno del que formo parte tiene, como decía anteriormente, dos prioridades: la paz y la normalización política. Y las vamos a desarrollar, por encima de todos los obstáculos que se quieran poner y desde un compromiso inequívoco con los Derechos Humanos y con el derecho a decidir nuestro futuro como pueblo.

Tenemos estos dos grandes objetivos, pero les diré que la paz es el autentico reto, el más ambicioso que como Gobierno nos hemos marcado. Son ya demasiados los años de sufrimiento para demasiadas personas y hay que poner fin a ese periodo. Además hay que hacerlo de modo y manera que no vuelva jamás a repetirse. Ya no valen los parches.

He asegurado en más de una ocasión que es a la organización armada ETA a quien corresponde poner fin a la violencia que ejerce. Es su responsabilidad dejar de matar, de extorsionar, de chantajear en nombre de un pueblo que le ha expresado con nitidez su rechazo a los métodos del terror. Pero también he recordado que detrás de ETA, y antes de que ella naciese, existe un problema político al que tenemos que dar una solución. ET no es la causa y origen del problema: ET es la consecuencia desgraciada de un problema político.

Por ello, cualquier lacra que deseemos combatir, cualquier problema que nos planteemos resolver exige ir a las causas. También lo exige el problema del terrorismo. Aunque la derecha más conservadora niega causa alguna en el origen de cualquier manifestación de terror, es evidente que las causas existen y es urgente intervenir sobre ellas.

Quiero recordar que voces tan autorizadas como los religiosos que han avalado el desarme del IRA, el sacerdote católico Alec Reid y el pastor protestante Harold Good, han instado a ETA a dejar la violencia; los dos le han pedido que siga el ejemplo del IRA, pero, también, han alertado sobre un asunto clave al pedir que no se identifique el fin de ETA con el fin del problema. Recalcaron que ETA es un síntoma del problema que está detrás.

También el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, recuerda a menudo que tras las expresiones de violencia, hasta de las más desalmadas, subyacen causas sobre las que se debe actuar.

Y así lo ha reconocido, igualmente, en el Estado español el propio presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, cuando en la cumbre de Madrid sobre Democracia Terrorismo y Seguridad aseguró que no se puede “aspirar a la paz y a la seguridad en un mar de injusticias universales”.

Yo quiero interpretar que fruto de ese convencimiento y de su propuesta a favor de la resolución pacífica de los conflictos, el presidente del gobierno español ha decidido dar pasos comprometidos en la búsqueda de la paz.

En este sentido sus palabras del 29 de junio fueron reveladoras. No sólo admitió un problema de violencia, sino que también reconoció la existencia de un problema político que compete abordar de forma exclusiva, y yo puntualizo que inaplazable, a los responsables políticos.

El Presidente del gobierno español se ha decidido a dar pasos aunque el PP (el partido mayoritario de la oposición) no le acompañe ni le apoye en esos movimientos. La vía del acuerdo es la más aconsejable ante los grandes problemas de la sociedad, pero el veto interesado y obediente a claves partidarias no puede maniatar a ningún Gobierno.

Entiendo como deseable que el PP participe en la senda de la paz. Pero su actitud nos muestra hasta ahora lo contrario. Si voluntariamente decide automarginarse, no podemos admitir que su postura frene las decisiones políticas a tomar. Ningún partido político puede condicionar las actuaciones o decisiones políticas que se deban de tomar para terminar con la violencia, ni tampoco lo pueden condicionar las víctimas del terrorismo o los presos de ETA. Todo ello se deberá tener en cuenta a la hora de adoptar decisiones, pero debe quedar claro que las decisiones políticas las adoptan los Gobiernos.

Nosotros sabemos que no hay posibilidad de abordar una solución de convivencia sin poner todo el empeño que sea necesario. Y más aún, sin garantizar el respeto a los derechos de todos sin exclusiones, ni limites, ni parcelaciones.

Por ello, y en esa misma línea, apostamos por políticas de reconocimiento, apoyo, acompañamiento y solidaridad con las víctimas del terrorismo.

Estamos arbitrando todas las medidas necesarias para hacerles más fácil la vida a quienes tan injustamente se ha visto afectados por la violencia y las tendremos siempre en cuenta como ejemplo de lo que nunca debe repetirse.

Compartimos con ellas su exigencia de reconocimiento y justicia. A lo que hemos renunciado quienes formamos el Gobierno Vasco es a utilizarlas de forma partidaria o como arma arrojadiza contra quienes no piensen como nosotros. Por eso, las victimas serán fundamentales en la paz, pero no pueden condicionarla.

LA NORMALIZACIÓN POLÍTICA

Les he referido también que uno de los puntales de la actuación del Gobierno es el que mira a la normalización política. Para lograr esa normalización política hemos propuesto un diálogo entre todos los partidos, sin exclusiones, que nos conduzca al logro de un acuerdo.

Estamos decididos a impulsar los instrumentos de diálogo y procedimientos, que de forma pactada se determinen, para alcanzar un consenso integrador sobre tres cuestiones básicas:

· la disolución de ETA,
· el reconocimiento del Pueblo Vasco como sujeto de decisión
· y el pacto bilateral con el Estado.

Es cierto que el País Vasco disfruta hoy de un marco de autogobierno, pero también es igualmente cierto que ese marco, resultado de unas determinadas circunstancias, se ha deteriorado de forma irreversible por su incumplimiento clamoroso por parte del Estado español.

El Estatuto de Autonomía se pactó hace 30 años, cuando nos encontrábamos recién salidos de una dictadura y en medio de un real temor a la involución golpista por parte del ejército.

En aquellas circunstancias, y después de que la Constitución española de 1978 reconociera la existencia de los Derecho Históricos del Pueblo Vasco como preexistentes a la Constitución, se acordó un texto, el Estatuto de Autonomía Vasco, de contenidos nada despreciables. Sin embargo, en aquella democracia vigilada, el acuerdo quedó lejos de reconocer la soberanía de los vascos.

Hoy ya el problema a solucionar no pasa por un nuevo Estatuto de Autonomía con más o menos competencias.

Hoy estamos hablando de algo más importante para el Pueblo Vasco, como es que se nos reconozca el derecho a la libre decisión de nuestro futuro.

Por eso, la normalización política es el reto que debemos afrontar. Y para ello, todas las fuerzas políticas debemos participar en un dialogo que nos permita diseñar lo que debe ser el nuevo modelo de relación con el Estado. Así se lo hemos trasladado a los ciudadanos vascos y también les hemos dicho que, al final de ese diálogo, habrá un acuerdo y una decisión.

De hecho, los partidos que conformamos el Gobierno Vasco nos hemos comprometido a solicitar al Parlamento Vasco autorización para que, en ausencia de violencia y sin exclusiones políticas, se realice una consulta popular a la sociedad vasca a fin de que ratifique el Acuerdo Político que puedan lograr los partidos.

El Parlamento Vasco será quien determine cómo deberá hacerse esa consulta, sus términos, las condiciones en las que debe desarrollarse, los principios democráticos para la aceptación de sus resultados y el modo de incorporar al ordenamiento jurídico lo que resulte de esa consulta.

Y es aquí, donde, sin duda, se pueden producir las mayores discrepancias: ¿Qué mayoría se necesita para el cambio del marco jurídico-político? ¿Se le puede dar a un partido la capacidad de veto? ¿Es válida, sin más, una mayoría, cualquiera que sea el porcentaje?

Yo creo que hay que intentar el mayor consenso posible. Es esa la tarea que emprenderemos, pero si ese gran acuerdo no se pudiera lograr, pienso que nos tendremos que remitir a las reglas democráticas donde es la mayoría la que logra que sus planteamientos prosperen. Lo que está claro es que un 45% no se puede imponer a un 55%.

EL NUEVO ESCENARIO

La posibilidad de abordar nuestros grandes objetivos es hoy más real que nunca porque, nos encontramos en un nuevo escenario.

Y digo nuevo porque, tal y como esperábamos, han cambiado muchas cosas en los últimos meses. Les decía al principio que los responsables políticos que estamos al frente de las instituciones y los partidos hemos trabajado para ello, pero recalco que, ante todo, es la sociedad vasca la que se ha mantenido incombustible en su permanente rechazo a la violencia.

Este tesón, aumentado si cabe por el horror que produjo el terrible atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid, ha impregnado el alma ciudadana en nuestro país hasta el punto de que cada vez se ha hecho más imposible justificar lo injustificable. Esto es, ya nadie cree, ni tan siquiera los que hasta hace poco defendían la práctica de la violencia, que cabe matar para el logro de un objetivo político.

Por eso, el sentimiento de rechazo a la violencia y al dolor que genera se erige como un elemento clave en este nuevo escenario. A la vez, y con el impulso de ese sentimiento, se ha producido una reflexión política en el entorno social de la organización ETA.

El primer efecto de esa maduración se pudo observar en la oferta política que Batasuna presentó el 14 de noviembre de 2004, y que se ha conocido como la propuesta de Anoeta.

En ella se resumía la apuesta de esta formación por las vías políticas. Sin embargo, el hecho de que Batasuna hubiera sido declarada ilegal en agosto de 2003 por su silencio ante las acciones de ETA ha complicado en exceso la materialización de su oferta. De hecho, hoy todavía no ha recuperado su capacidad de libre actuación política. Y, lo más preocupante, es que se reproducen las acciones judiciales contra quienes le representan cada vez que esas personas, a las que no se ha privado formalmente de sus derechos civiles y políticos, quieren hacer uso de ellos.

Posiblemente el mayor problema del nuevo escenario en el que nos encontramos deriva del contrasentido que supone que una fuerza imprescindible para la paz y la normalización política tenga formalmente prohibida su actuación. No obstante, yo confío en que este tremendo impedimento será superado en los próximos meses y espero que esta formación política demuestre tranquilidad política y pragmatismo.

Disponemos, también, de las manifestaciones realizadas por ETA, que tras el alto el fuego permanente declarado el 22 de marzo, en junio ha reiterado su voluntad de “llevar hasta el final” el proceso de paz.

La prueba más sólida de esa voluntad es que llevamos ya tres años sin que haya una sola víctima mortal de ETA, el periodo más largo desde el final de la dictadura sin que la banda haya matado. Además, los informes recabados por el Gobierno socialista para poner en marcha el diálogo con ETA han verificado previamente que ese alto el fuego es real.

Todos estos elementos que cito están sobre la mesa. Creo que sabia y prudentemente combinados, nos deben orientar en el buen camino para salir definitivamente del túnel en el que hemos vivido. Nos corresponde a los representantes políticos administrar este nuevo escenario y creo que hacerlo exige varias cosas.

La primera y más urgente es la de no poner inútilmente en riesgo una vía que es sustancialmente complicada. A veces, tengo la impresión de que desde un determinado y reducido (pero con mucho poder) sector del mundo judicial, se trata de obstaculizar el proceso sin mirar una realidad que reclama soluciones. Creo que los políticos no debemos cejar en la exigencia de que se mantengan actitudes razonables.

Además, otra cosa que debemos hacer los responsables políticos es alentar el camino de la paz con iniciativas que faciliten nuevos pasos. Y, llegados a este punto, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tiene una responsabilidad esencial porque la distensión en la que estamos precisa de pasos que la consoliden y la afiancen.

Estoy pensando en gestos visibles y concretos como restituir a situaciones de cumplimiento de legalidad la situación de los penados por delitos terroristas.

Porque el acercamiento de los presos hacia su lugar de origen por parte de quienes hoy detentan la Administración Penitenciaria no supone además cesión democrática alguna. Es una demanda avalada por el Parlamento vasco y por el Parlamento español en pronunciamientos que hasta ahora han sido desatendidos. No estoy hablando de precio político. De lo que hablo es de cumplir con la legalidad.

No vendría mal recordar que ha sido precisamente el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, quien ha denunciado que muchas de las medidas que adoptan actualmente los Estados para luchar contra el terrorismo vulneran los derechos humanos y las libertades”.

Por eso, avanzar con decisiones y gestos que profundicen en la democracia y en el respeto a los Derechos, también los derechos de quienes están privados de libertad, será un elemento positivo en la ruta que tenemos por delante.

En tercer y último lugar, considero urgente generar las condiciones para la puesta en marcha de la mesa que reunirá a los partidos políticos. El Gobierno español y ETA deben limitar su diálogo a las cuestiones relacionadas con el futuro de los presos y la entrega de las armas.

Esta es una exigencia histórica de los partidos democráticos vascos que hemos negado siempre que ETA tuviera autoridad o legitimidad alguna para hablar de cuestiones que afectan al futuro político de la ciudadanía vasca.

En otro foro, deben ser los partidos los que sin exclusión alguna deberán debatir y negociar sobre cuestiones relacionadas con la normalización política.

LAS DOS MESAS

Este modelo de las dos mesas ha sido aceptado por el entorno político de ETA tras renegar de él durante más de 20 años. Yo recuerdo que el fundador de mi partido, Carlos Garaikoetxea, ya quiso constituir una mesa de diálogo entre partidos y defendió, en 1980, en su etapa de Lehendakari, que sólo si ETA admitía que la representación política no estaba en sus manos, habría posibilidad de buscar una salida.

Reclamó muchas veces a la organización terrorista que “traspasara” a su brazo político la capacidad para decidir políticamente. Nosotros hemos exigido en innumerables ocasiones a ETA que declinase en su pretensión de arrogarse la representatividad del pueblo vasco.

Muchos años, muchas víctimas y mucho sufrimiento después estamos ahora en ese momento. Sería imperdonable no aprovecharlo. La oportunidad, extraordinaria oportunidad diría yo, existe. Por eso, y después de que el propio presidente de Gobierno Español haya abierto ya sus contactos con la organización armada, que tendrán sus cauces y marco adecuado, urge que los partidos delimiten las condiciones del que será su foro de discusión.

Tanto el Gobierno Vasco como el partido en el que milito han confirmado su disposición a dar apoyo al Gobierno de Rodríguez Zapatero para que avance en su dialogo con la organización terrorista. Se trata de afianzar lo que debe ser el final de la organización y vamos a promocionar, arropar y acompañar todas las acciones que nos acerquen a la paz sin pelear por protagonismo alguno.

Pero con el mismo empeño vamos a trabajar por la puesta en marcha de la mesa política que integre a todos los partidos y sensibilidades sin exclusión alguna para que en ella definamos las características del nuevo acuerdo con España.

En estos momentos prosiguen los contactos bilaterales iniciados entre las distintas fuerzas políticas a fin de perfilar cómo debe funcionar esa mesa, que pautas la deben regular, quien estará en ella, cuales serán sus contenidos, cómo se tomaran las decisiones…etc.

Yo considero imprescindible que antes de finalizar este año 2006 hayamos dado los pasos necesarios para hacer posible la formación de la mesa.

Una autoridad ética, como lo es el obispo vasco, Juan María Uriarte, nos ha dicho públicamente que si existen condiciones favorables para un proceso de paz, es necesario cuidarlas “con esmero, con discreción y con paciencia”. Añadía, también, que en caso de que tales condiciones no existieran, habría que “generarlas con tesón y con espíritu magnánimo”. Yo creo que sus palabras encierran la clave de un camino a recorrer y en el que no caben ni los intereses partidistas ni los dogmas.

Determinación para superar todo tipo de dificultades, flexibilidad y tolerancia deben ser las herramientas de trabajo en este gran empeño.

Sé que puede haber fuerzas -fuerzas poderosas y muy diversas- que estén interesadas en que, una vez más, fracasemos en el empeño. Pero estén donde estén esas fuerzas- me da lo mismo que se sitúen en el bando de ETA o que se cobijen en el de la política, la policía o la justicia – , creo que la apuesta de paz de la ciudadanía las puede neutralizar.

Estamos ya en otra etapa, vivimos otro tiempo. Ni la dictadura del terror ni las imposiciones antidemocráticas tienen posibilidad alguna de hacerse viables. Es un horizonte de paz y convivencia el que buscan los ciudadanos y en su logro estamos comprometidos los políticos.

Puedo decirles sinceramente, que por lo menos en lo que afecta al Gobierno Vasco, no nos falta generosidad ni coraje para afrontar esta nueva etapa. Nos hemos marcado la paz como objetivo y no vamos a cejar en perseguirlo.

Creo en la responsabilidad y creo también que el optimismo de la voluntad puede luchar contra el pesimismo de los hechos. Hemos vivido muy tristes mucho tiempo y ahora saludamos un tiempo de esperanza. La tarea es compleja. El ejemplo que nos ofrecen otras experiencias de pacificación confirma que las dificultades son permanentes, pero yo espero que no sean insalvables. Porque “no hay más camino que sentarse juntos, ser capaces de comprometernos juntos y tratar de alcanzar un futuro compartido”.

Cada día son más los convencidos de la necesidad de superar el conflicto político. Por eso, y a pesar de las dificultades que ya se han constatado en los cuatro meses de alto el fuego que ahora se cumplen, creo en la necesidad de perseverar en la ruta iniciada.

Estamos a las puertas de la paz. Casi la tocamos. No nos ponemos plazos, pero esperamos avanzar en los próximos meses. ¡Ojalá!, el esfuerzo de todos para hacer que las iniciativas fructifiquen contribuya a pasar definitivamente la página de la violencia y a encarrilar a la vez nuestro nuevo marco de convivencia futura.

Espero celebrarlo y confío en que ustedes, aquí en la Republica Dominicana lo celebren también porque será una victoria de la democracia.

Eskerrik asko

Fuente: Joseba Azkarraga