Es complicado explicar lo vivido el 9N en Catalunya. Hoy sigo sin terminar de digerir todo lo vivido, todo lo sentido … y, especialmente, todo lo aprendido.
Llegamos el viernes 7 a Barcelona y tuvimos la oportunidad de asistir al último acto de campaña de Omnium Cultural y la Asamblea Nacional Catalana. Un acto organizado por dos organizaciones sociales, con gran influencia política, sin ser políticas. Y este es un elemento central y muy importante para poder comprender lo ocurrido estos últimos años en Catalunya.
El final del acto reflejó cuál ha sido el papel de la sociedad y cuál el de los políticos en todo este proceso. Los organizadores invitaron a los “legítimos representantes” de la ciudadanía, es decir los partidos, a subir al escenario. Y lo hicieron, pero para ponerse detrás de los representantes de la organización, dejando claro el protagonismo de la sociedad.
En el proceso catalán se han aunado dos circunstancias: una sociedad activa y una clase política que ha dado la talla. El proceso no ha surgido, a diferencia de lo ocurrido con el Plan del Gobierno Vasco (también conocido como “Plan Ibarretxe”), de arriba hacia abajo, sino que los partidos están transmitiendo, tomando y ejecutando los pasos que deben de dar en conjunción con las demandas de los agentes sociales capaces de aglutinar en su seno a la mayoría política y social de la sociedad catalana.
Es por ello que no nos encontramos ante un nuevo “plan Mas”, a la imagen y semejanza del anteriormente especificado “plan Ibarretxe”, sino que nos encontramos ante algo mucho mayor y mucho más profundo.
La sociedad catalana ha demostrado ser una sociedad madura, organizada y determinada pacífica, cívica y democráticamente a cambiar las cosas. Una revolución que va quedando cada vez más al descubierto, pero con una serie de elementos que la hacen diferente a todo lo que ha vivido el estado español después de la mal llamada transición: Una revolución en positivo, que ejerce la resistencia civil cuando se ve amenazada, pero siempre desde la construcción, el positivismo y la certeza cierta que no va contra nadie ni contra nada.
Este es el principal elemento a tomar en cuenta vistas las reacciones que se dan desde el Gobierno del Estado, que no son más que infravaloraciones, insultos, amenazas, acusaciones, coacciones … justo completamente lo contrario de lo que se plantea desde la sociedad catalana.
La ciudadanía catalana aspira a lo que en otros territorios europeos se puede hacer sin mayor problema: Votar, decidir sobre su propio futuro, sus aspiraciones, de una manera cívica, libre, ordenada, pacífica y democrática.
Porque este es el meollo de la cuestión: Estamos hablando de profundizar en el verdadero concepto de la democracia, en la verdadera democracia, frente a otras concepciones que basan toda la esencia democrática en un texto aprobado en un momento histórico en el que no hubo libertad para ejercer la capacidad de decisión, que no se pudieron plantear alternativas, que no se pudo elaborar un marco que no estuviese condicionado y bajo la tutela del régimen franquista y que fue presentado, simple y llanamente, como un “lo tomas o lo dejas”.
A lo que estamos asistiendo es a la continuación de este debate inacabado, de una transición inacabada. Este debate que los unionistas quieren dar interesadamente por cerrado, pero que realmente sigue más abierto y vigente que nunca.
En este contexto se me hace imposible explicar a ninguna persona que no haya estado en los colegios electorales de Catalunya el pasado domingo lo que he tenido la suerte de ser participe: Vivir el ambiente, sentir la emoción en la sociedad, en las personas, ver la ilusión por votar, constatar que hay mucha gente que ha vuelto a encontrar un engarce para comprobar que su voto y su participación realmente son imprescindibles, necesarios y decisivos.
Una gran celebración de la democracia, en definitiva, que ha movilizado en unas condiciones realmente adversas a más de 2.300.000 catalanes y catalanas y que nos vuelve a demostrar que si empoderamos a la sociedad, si realmente le damos posibilidad de decidir sobre las cosas realmente importantes, se vuelcan, aportan y vuelven a sentir las sensaciones que sintieron con las urnas del mismo modo que hace casi 40 años, en las primeras votaciones realizadas tras la muerte del dictador genocida Francisco Franco.
Y una sociedad involucrada, convencida, determinada, militante y consciente, como ha demostrado ser la catalana, es, por mucho que no lo quieran ver desde Madrid, imparable.
Alberto Unamunzaga, senador de EH Bildu y miembro de la Ejecutiva Nacional de Eusko Alkartasuna